sábado, 22 de julio de 2017

   




                                                 PARAÍSO

Al regresar a casa, el chasquido de la cerradura le engulló en un mal augurio y un premonitorio escalofrío se extendió por su cuerpo. El miedo se apoderó de él... Conocía la sensación, pero prefería obviarla ya que estaba respaldado por la bravura de las personas que actúan de manera discriminatoria hacia la mujer y cómo no, la suya pertenecía a ese bando. El modus operandi para lograr su fin se ceñía siempre a los mismos argumentos, Incapaz de rectificar o susurrar, ¡lo siento!. No apoyaba sus planes ni deseos…Unas veces le acusaba de infiel, y otras de lo mal arreglada que iba…A menudo le subestimaba sin piedad…Le comparaba con las gestas realizadas por su madre…Sus palabras sentenciaban verdades plenas y absolutas…” Si una mujer no comprende algo, es debido a su grado de estupidez o poca inteligencia, ¡Mujeres!… Le incomodaba si ella no imitaba con la misma sutileza y amabilidad lo que él exhibía hacia los demás en cada momento…Fracasaba y menospreciaba algún comentario o inquietud que ella pudiera expresar, escudándose en su ejemplar figura, que no contemplaba trabas ni inconvenientes …”         ¿Y qué problema hay …?” … Exhibía y promulgaba rectitud en conceptos básicos del aseo personal. Su vestimenta siempre reglada, y todo al punto masculino…Se pavoneaba con una gracia singular en aquellas labores desarrolladas por la mujer englobadas dentro del plano del hogar, jamás en el profesional… Aumentaba su manipulación, cuando resolvía utilizar la mentira para argumentar algún fin personal. Ocultaba información empleando evasivas si tenía que justificar actos carentes de transparencia. Pero en contra, procuraba saber todo lo realizado por ella, hasta el último detalle… Siempre disponible para efectuar desinteresadamente cualquier asistencia que alguien necesitara …aunque en el fondo reconocía que en esta vida no hay nada gratis… Si algo no resultó como él lo hubo planificado, quedaba incapacitado ante la introspección, eso no se había inventado para su persona, culpándola. Apostillándole que, debido a sus intrusiones, la relación se iba a pique, induciéndole de este modo, al miedo por una posible separación entre ambos…Hombre paciente. Gustaba escuchar las distintas versiones sobre algún problema surgido si ella estaba involucrada, para contrastarlo y él poder dictaminar. Ni decir tiene quién se llevaba la peor parte...Usaba su carisma para lograr beneficios, en especial desplegaba encanto con las señoras. Ese encanto quedó en el pasado hacia ella, solo constituía una sombra; o a la contra jugaba a ser víctima o mártir.
En la mesa el último cuaderno de hojas blancas que estaba utilizando y sobre éste un lápiz. El aire hablaba de una nebulosa confusa, apreciándolo enrarecido. Sabía que allí se concretaría el término, la despedida. Titubeó antes de iniciar la apertura de la sólida puerta. Temblaba sin poderlo ocultar. Ella se había marchado. Hizo realidad aquello que con tanta astucia ocultaba su silencio.
 Saturada de acumular circunstancias tan repetidas como silenciadas por acción u omisión… por tan abultada suma en desacuerdos y discrepancias; por aquellas conductas, dominantes y abusivas; por las amenazas, aterradoras y sobrecogedoras; por la manera de resolver las circunstancias hostiles, tremendas y espeluznantes, por las invenciones, o manías hartas de rectitud -las mismas que a veces él incumplía- … por las numerosas ofensas a su persona, todo era justificable y justificaba el adiós. Así encaminó hacia el punto y final dicha convivencia.
 En aquel lugar idílico se reunían cada tarde, el mar, sus recuerdos y él. Los ocasos acompañados de su paleta multicolor y los utensilios para escribir, eran los únicos compañeros en su endiablada soledad. Torpeza de principiante dejar escapar a la mujer que marcaría ausencias en cada poro de su piel.
 Le resultaba casi imposible separarla de su pensamiento.” Mi desesperación es extrema, casi un delirio…”- meditaba en sus largas horas de soledad. En semejante torbellino de rojos y naranjas que componían los atardeceres, así como los verdes y azules del infinito mar, aflojaba el nudo que le oprimía la garganta. Negociaba, traficaba sueños y promesas con la realidad, aunque ya todo resultaría inútil. La que fuera su esposa durante casi tres décadas le conocía a la perfección. Sabía que allí arrojaría todas las emociones día a día, en su paraíso; el confeccionado por y para él. Un nirvana junto al rompeolas que atravesó lo profundo de su ser.


ESTRELLA  DE  ÁNGELES  BAMORE




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