domingo, 23 de julio de 2017


                                 MEDITACIONES…

Todo marchaba bien. Ella trabajaba y yo, también. De vez en cuando, cogía vuelo para visitar a los suyos… se lo podía permitir. Éramos muy felices. Como todas las parejas, de vez en cuando alguna contienda, pero al final, ella o yo, alguno de los dos, cedía. Había mucho en juego para no hacerlo. Un obsequio, una cena, un perdón…. un te quiero! A veces, después y con clara intención de sellar la buena voluntad, hacíamos el amor… aunque entre dos que se aman eso casi ni se refiere.
Todo marchaba bien, repito. Fueron muchos los años de convivencia. Reconocíamos que la felicidad plena aún no se hubo inventado y a pesar de vivir igualmente situaciones adversas, éramos una pareja feliz. Siempre he intentado investigar el lado positivo a cada circunstancia, agotando las posibilidades hasta conseguir la finalidad propuesta. Examinando con cara sonriente el instante, terminé por admitir que existía una fuerza mayor e imparable en todo ello, su YO interno pretendía sobresalir y engullir mi voluntad. No lo podía superar. Paulatinamente se iba apoderando de mis fuerzas, no logrando ocultar mi malestar.
Repetidas jornadas tornaban en auténticas batallas. Pugnas descarnadas y envilecidas por pretender ser superior al otro siempre y en cualquier contexto. Su fuerza era tan grande que interiormente saqueaba mi razón. Intrínsecamente lo repudiaba hasta convertirse en un obstáculo en mi realización personal. Meditaba e imploraba fuese aquella la última cruzada. Recapacité concienzudamente sobre el valor de la persona frente al ego. Descarté el exceso de necesidad interior, empatizando en mayor grado con nuestros semejantes. Meditando llegué a la conclusión de no permitirle a nadie que absorba mi yo interno. Tenía que aprender a dejar marchar, aunque pagaran la cuota, justos por pecadores… Del mismo modo ofrecer segundas oportunidades, si éstas van acompañadas de un sincero arrepentimiento.

 Yo le amaba. No solicitaba nada exuberante. Lamento no haber atesorado lucidez y recapacitar lo que me nublaba en esos momentos. No hubiera permitido tanto daño ni tan desproporcionada virulencia. De ningún modo olvidaré cuanto entregué y lo que recibí de vuelta…un monumental boomerang envenenado. Uff espectacular la vida… sinsabores y miedos. Afortunadamente el dolor alcanzó su punto álgido, cayendo finalmente en picado, superándome, aunque como una bola de fuego, envuelto de incógnitas. 



ESTRELLA  DE  ÁNGELES  BAMORE


















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