MEDITACIONES…
Todo
marchaba bien. Ella trabajaba y yo, también. De vez en cuando, cogía vuelo para
visitar a los suyos… se lo podía permitir. Éramos muy felices. Como todas las
parejas, de vez en cuando alguna contienda, pero al final, ella o yo, alguno de
los dos, cedía. Había mucho en juego para no hacerlo. Un obsequio, una cena, un
perdón…. un te quiero! A veces, después y con clara intención de sellar la
buena voluntad, hacíamos el amor… aunque entre dos que se aman eso casi ni se
refiere.
Todo
marchaba bien, repito. Fueron muchos los años de convivencia. Reconocíamos que
la felicidad plena aún no se hubo inventado y a pesar de vivir igualmente situaciones
adversas, éramos una pareja feliz. Siempre he intentado investigar el lado
positivo a cada circunstancia, agotando las posibilidades hasta conseguir la
finalidad propuesta. Examinando con cara sonriente el instante, terminé por
admitir que existía una fuerza mayor e imparable en todo ello, su YO interno
pretendía sobresalir y engullir mi voluntad. No lo podía superar. Paulatinamente
se iba apoderando de mis fuerzas, no logrando ocultar mi malestar.
Repetidas
jornadas tornaban en auténticas batallas. Pugnas descarnadas y envilecidas por pretender
ser superior al otro siempre y en cualquier contexto. Su fuerza era tan grande que interiormente
saqueaba mi razón. Intrínsecamente lo repudiaba hasta convertirse en un obstáculo en mi realización personal. Meditaba e imploraba fuese aquella la última cruzada. Recapacité concienzudamente sobre el valor de la persona frente al
ego. Descarté el exceso de necesidad interior, empatizando en mayor grado con nuestros
semejantes. Meditando llegué a la conclusión de no permitirle a nadie que
absorba mi yo interno. Tenía que aprender a dejar marchar, aunque pagaran la
cuota, justos por pecadores… Del mismo modo ofrecer segundas oportunidades, si
éstas van acompañadas de un sincero arrepentimiento.
Yo le amaba. No solicitaba nada exuberante. Lamento
no haber atesorado lucidez y recapacitar lo que me nublaba en esos momentos. No
hubiera permitido tanto daño ni tan desproporcionada virulencia. De ningún modo
olvidaré cuanto entregué y lo que recibí de vuelta…un monumental boomerang envenenado.
Uff espectacular la vida… sinsabores y miedos. Afortunadamente el dolor alcanzó
su punto álgido, cayendo finalmente en picado, superándome, aunque como una bola de fuego, envuelto de
incógnitas.
ESTRELLA DE ÁNGELES BAMORE
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