Y de repente… abrí los ojos. Advertí que lo acaecido en el pasado, no era una circunstancia causal. Siempre piensas,
“esto no me va a suceder a mí” … El punto de partida, el kilómetro cero
perceptible y manifiesto, no se situaba en Madrid, sino a los pies de mi cama. Sucedió
en aquella jornada veraniega, cayendo
la tarde. Solía esperar la llegada de mi flamante marido, unas veces descansada
sobre el balaustre metalizado del balcón exterior, otras acomodada en una silla
de enea. Así henchida de pasión sobrellevaba su regreso. Con frecuencia el
reloj se sublevaba y pareciera caminar con más lentitud que otros días. Pero
sobrevino lo impensable… Acurrucados en aquel ambiente marital envidiable,
comenzaría a fraguarse las primeras señales de metamorfosis. Una mudanza forzada
que afectaría gravemente a mi estado emocional, a mi serenidad, optimismo y anhelos.
La tarde tórrida se cernía sobre nuestras cabezas como la noche, la cual
se desplomó con una antipatía desesperante. Me dirigí a la terraza solicitándole
a la estancia deleite y un poquito de compasión. Cuando llegó mi esposo, lo
primero, quiso indagar con un tono disgustado y a bocajarro, porqué lo
aguardaba en esa actitud y esa ropa…” Quítate de esa postura. Estás provocando al vecino de enfrente; además,
cierra tus piernas mejor -continuaba arremetiendo… no sabes sentarte con esa
minifalda, ni llevarla correctamente como las chicas de pasarela”.
En un principio, lo entendí como
un hecho aislado, pero se presentaba más serio. Cuántas reacciones compulsivas
logré descifrar tiempo después a raíz de aquellas intervenciones. Nunca con
anterioridad había presenciado semejante malestar, ni expuso tales pensamientos
su parte. Lamentablemente sin yo intuirlo, aquello solo era un extremo del
llamado Iceberg de la Violencia de Género, y su periodicidad comenzaría ser
acosadora. Asida de su mano y sin imaginarlo, cruzaría incontables caminos tan
abruptos e irracionales como ese. Aquel témpano, frío y de apariencia sólido e
indestructible, marcó tristemente la existencia de mis hijos y la mía. Me quité
la venda de los ojos, y el transcurrir del tiempo me aclaraba cada
circunstancia. Mi convivencia en pareja con él, mi relación, estaba basada en
el dominio y el control. Casi todos los momentos vividos, circundaban el mismo recorrido
de incomprensión y desamparo…
Se trabajaba provocar y atribuirme sentimientos de inferioridad,
así como evidenciar mis errores. Frecuentemente recurría a la burla mezclada con
fuertes dosis de ironía… No se dejaba cabos sueltos, originando el mayor perjuicio.
Me ridiculizaba abiertamente y sin tapujos colocándose el dedo índice en su
cabeza significando que andaba desequilibrada. Hundido en su propia miseria,
solía aferrarse a la invención con idea de fortalecer sus desproporcionados argumentos…
Su único objetivo, salir siempre airoso enfundado en el guante blanco. Jugaba a
la ignorancia cuando le formulaba alguna pregunta y ante mi insistencia por no
obtener la respuesta, se enfurecía emitiendo una respuesta agriada…” Ya, ya, si
te he escuchado, no indagues más en
lo mismo…”.
Realizábamos la compra semanal durante el fin de semana. En cierta
ocasión, al subir las pesadas bolsas, mi marido indicó a mi primer hijo dónde
debía colocarlas. Mi pequeño se despistó, ignorando en primera instancia la
propuesta. Él se enfureció al no ver satisfechas sus órdenes. Yo que aprecié
todas las intenciones venideras, me dirigí suavemente a mi retoño para que
despertara de su obnubilación momentánea y obedeciera sin más. Mi consorte que
hervía en su desesperación se volvió hacia él y con una furia concentrada y sin
límites, sus labios pronunciaron lo que sus sentimientos ocultaban y silenciaban… ¡Mira tu
madre…SUMISAAAA!!!!. Así afanada en mi mejor sutileza, dispersé el instante
para no hacer mella y proteger a mi hijo de otra bravuconería…
Perfecto caballero e impoluto
llegado el momento de negar, imputar o desvalorizar. Su arma, excelente provocador y saber ocultarse para
salir indemne de las situaciones. Rara vez yo respondía a sus ataques, afiliándome
al silencio, lo que él interpretaría en el tiempo como obediencia y
sometimiento. Si le reprochaba algún ataque, atribuyéndole algún defecto
“Eres…” –le respondía, su contestación inmediata, “Pues anda que tú…”
Eternamente, queja tras queja sobre
mi forma de educar a los niños, que pareciera tenerlos secuestrados ante mi
negativa de sus propuestas de criarlos en otro lugar fuera del seno familiar,
presentando como opción A, su familia…” Quién todo lo quiere, todo lo pierde”,
me apuntaba con cierto veneno recubriendo sus palabras. Difundía sus acciones como ejemplares,
anteponiendo su éxito frente a mis
derrotas. Dejé entonces de compartir mis experiencias diarias porque si el
resultado no respondía al esperado me contestaba “La culpa es tuya por no ejecutarlo
de tal o cual manera”, lo que supuestamente y bajo su convencimiento eso si llevaría
al triunfo.
El asunto económico era pura energía
del Yin-yang. Años atrás dictaminó que el saliera a trabajar y yo quedarme en
casa cuidando de nuestro primer hijo.
Ostentaba una pequeña empresa, la cual ayudé a construir con mi entrega. Desempeñaba
un puesto de administrativa. Y cómo no, al final consiguió que saliera por
pies, desesperada, inútil y desprendiendo una pésima imagen de mi misma. “Es
mejor que tú te quedes en casa con el niño y yo continuaré aquí… - sentenció”.
Por consiguiente, se convertiría por decisión, en la persona que aportara el
capital al hogar y es cuándo comenzaría a cuestionarse mi capacidad de administración.
La dualidad entre, “arréglatelas con lo que ingreso y ¡¡RIDÍCULA, QUE ERES UNA
RIDÍCULA!!”, ratificaba una vez más lo consabido. Mi vida junto a él y su
sombra siempre estaría en vilo como la Bolsa de valores… una ruleta rusa con una
constante pistola amenazante. Así mi ente se fue degradando como el militar por
traición.
De repente abrí los ojos… Superé, los
continuos ataques acerca de mi felicidad en convivencia, y la inventiva del
deseo de una isla desierta para los dos… ya todo era muy diferente; superé, el
desprecio de las constantes inventivas para que al final no me sentara a la
mesa con ellos a la hora del almuerzo…Al retirar los platos…” Ten cuidado con
el aceite de la ensalada que lo vas a verter al suelo,,, o, al coger la
cubertería,” Has volcado al suelo los restos de alimento adheridos al entrelazarlos…”
o la de admirar virtudes y quedarse horas charlando con la vecina separada, a
sabiendas de no existir feeling entre ambos …Mis heridas
cicatricé y está poesía compuse…
VA DE DANDI
EL : Admito
que soy un poco machista…pero no me descubro ante esto
YO : Si
es el sentir de muchos hombres. La mayoría actuáis así.
EL : Son
consideraciones únicas en el varón. Me apasiona ir de dandi, aunque mis
conocimientos de moda sean mínimos y mi sangre azul, dudosa; y que tú seas la
reina de mi casa, ¡en zapatillas y delantal!
ELLA:
¡Sólo piensas en ti!
EL :
Me paso el día trabajando fuera de casa…aunque confieso que me atrae
estar en el exterior, de un lado a otro…Ejem!, ..y tú, claro, dentro!!.
ELLA : Me
haces daño, ¿vale?...
EL : El hombre, siempre será el hombre, y tú nena,
la mujer, je,je!
…admito que soy un poco machista…
pero no me descubro ante eso