VOLVÍ A
GRANADA
- I -
Cuando
regresé, fue como si hubiera inventado la respiración… Inhalé tan fuerte que brotaron
lágrimas de mis ojos. Llegué para quedarme. Instalada en aquel piso céntrico y
situado en esa vía prestigiosa, emprendía una nueva etapa en mi vida. Confieso que no sabía por donde iniciar el desnudo
del patrimonio con la idea de poder desgustarlo sosegadamente, con serenidad y
placer. No me atribulé, y tracé una ruta para hacer más llevaderas las jornadas
venideras.
El
primer itinerario, Plaza Nueva. Como la
recordara, cargado de gente, sitiada por la vida de muchas nacionalidades. En
el recorrido me dirigí hacia la Iglesia Santa Ana, quedando embelesada con su
portada renancestista y sus columnas corintias, erigida sobre el solar de una
antigua mezquita. Reposé despreocupadamente sobre sus faldas… hermosura del
mudéjar granadino.
Siguiente
salida Puerta Real, con una magnánima Fuente de las Batallas. Paseando con aires placenteros y deleitables, atravesé
el bullicio de la gente que por rodales se hacía insoportable. Realizando un pequeño
esfuerzo coroné la Carrera de la Virgen de las Angustias. Me detuve en la
Basílica, situada sobre otra antigua Ermita, Sta. Ursula/Susana. Su fachada
queda exenta de gracia y viveza, ajena al esplendor, excentuando su fantástica
Piedad. La portada se presenta con un gran arco de medio punto sostenido por dos pares de columnas corintias. El interior
me dejó una vez más y desde mucho tiempo atrás, atónita por la fiel decoración de
estilo Barroco.
El
tercero. Hoy hice el recorrido de la Plaza de Bibrrambla y la Catedral. Cuántas
reminiscencias de mis años jóvenes. Varios suspiros me secuestraron el alma
ante semejante encuentro. La temperatura primaveral convocaba a mis
pensamientos secretos, floreciendo recuerdos a golpe de vista. Ay, mi Granada!!
Luego
transité por Gran Vía de Colón hacia la Capilla Real y nuevamente a la Catedral
de Granada o también de la Encarnación.
Iglesia magna, católica romana de la Ciudad -ambos monumentos se ubican
colindantes. La robusta puerta de entrada, gótica de color negro labrada, era
el primer indicativo de la majestuosidad del
enclave. Permanecía abierta, muestra del tránsito prematuro pese al
horario intempestivo escogido.
El empedrado del recorrido y los pocos escalones que lo conforman, se encontraban
aún más desgastados que entonces. Paulatinamente, con forme iniciaba mi
andadura sin desearlo, se me iba formando un nudo en la garganta. La pulcritud
del recinto y las cuestionadas gitanas con claveles y su propósito de leerte la
buenaventura en la mano, indicaban estar en casa… De lejos, el sonido de una
guitarra folkórica embrujaba el aire.
A
pocos metros de la Capilla Real, súbitamente
se me aproximaron dos chicas. Con claridad acerté a comprobar que no eran
españolas. En un castellano bastante aceptable, una de ellas que sujetaba un
plano de la ciudad entre sus manos, me preguntó si aquello era la Capilla Real -
señalando la construcción. Le respondí afirmativamente. Quisieron alguna
información adicional más, y si realmente los Reyes descansaban allí. Yo les
hice una reseña escueta… “Los cuerpos de los Reyes Católicos en realidad
allí no descansan. Los sepulcros son meros monumentos conmemorativos. Los
restos mortales se encuentran enterrados en la cripta que está justamente
debajo de ésta. En los laterales junto a ellos figuran sus herederos, Juana y
Felipe y el nieto de los soberanos….” Visiblemente agradecidas continuaron su
itinerario.
Cuarto
día. Mis pies me condujeron hacia el Barrio del Albayzín, junto al Río Darro. Éste lo conforman
callejones empedrados, de notoria pendiente y encalados en blanco. Al paso veía
la ropa colgada por ventanas y pequeños balconcitos en cuerdas sujetas por
carruchas, algunas sillas de enea a orillas de las puertas… Quise adentrarme entre sus costosas calles y
saborear la Granada mora. Y por esos vericuetos desemboqué al Paseo de los Tristes. Ápenas si se distinguían
modificaciones. Encantador el semblante de los granaínos… yo aparentaba
ser una turista más. Decidí descansar, sin prisa, un rato con la inestimable compañía
de la soledad, y no avanzar más y recorrer el Albayzín por sentirme enredada en
los pies de la majestuosa Alhambra.
El sol tenue, se filtraba con elegancia por
los árboles, inventando una asombrosa
mañana. Ni siquiera me planteé renunciar a ese estado. Quedaría
pendiente el circular por otros lugares igual de increíbles muy cercanos de
allí como la Casa de los Chapiz, en la Cuesta del
mismo nombre, antes de adentrarme al núcleo propio del Albayzín.
Y
así ocurrió en el quinto día. Desde muy temprano lo planifiqué todo para
conquistar el hechizo que se instalaba en aquellas dos Casas moriscas, fusión
de las civilizaciones de cristianos y musulmanes. Tanto en su arquitectura como
la decoración, se vinculaban recapitulaciones de ambas culturas, fusionadas por
un inimaginable arco de escayola. Robustas columnas se encargaban de sujetar
las célebres plantas de los edificios. Los patios conservaban el misterio de
épocas pasadas y el estanque simplemente concluyó robándome toda fascinación. Quedaba
patente que La Casa de los Chapiz formaba parte del Palacio islámico Dar
al-Bayda.
Actualmente en nuestros días, se ubica la
escuela de Estudios Árabes, que por un lado experimentan con Textos andalusíes
y por otro, arqueología y arquitectura islámicas. Incontables enigmas estaban envueltos
en unas vistas cuanto menos idílicas, no
dejando indiferente a ningún visitante.
De
aquí me trasladé hasta el Mirador de San Nicolás. Durante casi todo el camino
el acerado estaba compuesto por piedrecitas difíciles de transitar. Llegué con lentitud.
Mi paso indicaba claramente el juego del camino, aunque no significó nada
cuando contemplé la grandeza de la Alhambra, custodiada por Sierra Nevada en
toda su grandeza. Aquélla bellísima panorámica de Granada me sobrecogió aunque a
simple vista no se percibieran cambios sustanciales. La solería de la plaza
estaba compuesta por guijarros de variado tamaño, la Cruz de piedra erigía en
el centro, el reborde de bloque macizo simulando el gran balcón-mirador, donde
al frente, está situada la colina de La Sabika con la Alhambra amurallada. “Ese
balcón”, proseguía relatando la historia con perpétuas letras talladas donde,
proyectándo la mirada, averigüas el destino que la leyenda firma: Generalife, Torre del Partal, El peinador de
la Reina, Torre de Comares, Palacio de Carlos V… Como ya se caía la tarde, el
ocaso me invitó a descubrir sus tonalidades que sobre ese día se posaban en el
monumento y periferia. Ay mi Granada!.
Sosegadamente ocupé asiento, y con placidez puede recrearme en ese trocito
de mundo estimado y admirado e incluso enaltecido por el Presidente
norteamericano Bill Clinton, donde expresara que desde allí se observaba “ El más bonito atardecer del mundo” -
cuánta razón llevaba. Y es debido a que las puestas de sol trasmiten los
significados más conmovedores.