miércoles, 22 de julio de 2015




                        B U  R  K  A



Tenía toda la pinta de un diario, aunque su presentación dejara mucho que desear. Sus cubiertas no estaban acabada en piel fina, ni tampoco poseía cierre con llave, e igualmente, no lo guardaba de incógnito en ningún lugar secreto. Con ese cuaderno vulgar y de andar por casa, tan solo pretendía amarrar con un pellizco la memoria, sujetar de algún modo aquellas palabras envueltas en sueños delicados.
     Su alma anhelaba y esperaba intensamente cualquier vocablo expresado. Cada letra le parecía que expresaba una huella  que le oprimía el alma, procurando ofrecer un sentimiento puntual. Aguardaba con impaciencia cualquier comunicado. Todo aquello llegó a parecerle extraño pero no le llegaba a incomodar, temiendo incluso que desapareciera por cualquier razón ajena a su voluntad. Pero era cierto que estaba sorprendida por el desarrollo de los acontecimientos...
    Apresó aquellas palabras en un cuaderno barato, de tapas azules con una cartulina de baja calidad, custodiado en su lomo por unos gruesos espirales de alambre plateado, engarzando las numerosas hojas albinas que lo conformaba. Desconocía el principio y final de esa historia, por cuánto tiempo se iba a prolongar, o si debía cuidar la letra con el pretexto de que pareciera aún más envolvente. Deseaba tenerlo todo coleccionado. Lo único que tenía claro, es que ese enlace, le invitaba a formar parte de una posible opción de entendimiento... Con toda posibilidad, él, era lo único que no investigaba, su teléfono móvil.
     La historia comenzó porque la casuística así lo tramó ya hacía un año, e igualmente por un capricho más que otra cosa, ella empezó guardando aquellos escuetos mensajes entre aquellas páginas, que con lentitud iba rellenando. Le agradaba consultarlos... le  hacía bien a su soledad. Quizás por ese sentimiento tan acuciado, que desde hacía tiempo le estaba minando el alma, se sentía torpe... le costaba resolver situaciones que para ella eran toda una primicia.... Imaginaba que con su actuación, lo podía ofrecer aspectos positivos a Isabel. Persona sencilla y discreta. Regalaba con sutileza un glamour -secreto-, que la convertía en un ser atrayente por sí sola, más con su mirada, te inducía a una especie de hechizo.
      Abandonó su religión madre por convertirse a la árabe, error que lamentaría durante todo el calvario vivido. Vestía con atuendos al más puro estilo europeo, pero sus frases desnudas y sus gestos blindados de timidez, no eran sino, que la poderosa presión a la que  se veía sometida.
      Aquellos correos breves los permitían estar en contacto, aunque a Estíbaliz algo le angustiaba… Quizás la ansiedad por perder ésa relación tan inesperada y secreta, le provocaba precipitar, y a veces fracasar, el escaso contacto que pudieron establecer. Con prontitud tal vehemencia, se transformaría en un resquemor insaciable a cualquier explicación. Estívaliz estaba al tanto de ése entorno complicado en el que vivía Isabel. Con apenas unos pocos meses, ya se percató de este ambiente hostil.

            Su esposo se encargaba de la educación del  bebé, de su traslado a la guardería; él efectuaba las compras, él realizaba los trabajos menos agradables de la casa donde residían…él subrepticiamente ordenaba silenciar con perspicacia toda palabra que no se ciñera al saludo familiar… Era ingeniero. Al parecer ocupaba un puesto importante en la reciente creación de un campus universitario. Estívaliz entendía y silenciaba cualquier circunstancia. Consideraba que esa no era batalla suya y como en otras ocasiones, aquello se podía traducir en problemas. A veces ella, se enojaba  por su comportamiento, preguntándose repetidas veces porque tuvo que entablar conversación con sus ojos, o porque aceptó el número de teléfono móvil, engendro de los correos furtivos. Reconocía que el final de todo estaba próximo, y que Isabel habría irrumpido en su inestable vida como una deflagración inesperada. El brillante profesional empezaba a perder la calma, se le apreciaba más vacilante e irascible. Pasó de ser, del vecino extranjero amable y cortés, a una persona cabizbaja y propensa al mutismo…A partir todo ya todo empezó a recorrer senderos diferentes. El marido de Estívaliz también reconocía no saber encajar ciertas piezas en ése puzzle tan peculiar. Isabel se comunicaba menos  con su vecina de enfrente, y porqué no, ella también lo agradeció. Pensaba que no era acertada esa amistad enfundada en un burka invisible… con las manos atadas mal se podía remar. Empezaba a captarle su atención y cariño… un afecto comprometido a una envoltura opaca y velada.

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