martes, 5 de diciembre de 2017
lunes, 4 de diciembre de 2017
miércoles, 15 de noviembre de 2017
TARDES DE DOMINGO
Aquella
caja de latón me inquietó
atesoraba
curvadas fotografías
testigo
de mi corta infancia
de
la Granada donde ellos residían.
Ansiosas
tardes de domingo
besos
y bálsamo sus caricias
meriendas
pan con chocolate.
Chatillo
de vino, soda o agua fresca de pipo
inolvidable
el canario blanco
arrumacos
premiados en mi manecita.
El
aluminio, diez céntimos “perra gorda”
anunciaba
la última etapa de la tarde
Retorno
al viejo bus sin cobrador,
forzoso
lunes de enseñanza
Invisibles ya pero eternos...
Delantal
cuadritos bicolor,
tabaco
de liar sin boquilla
No solo la tarde dominical,
aún estremecen mi memoria.
Hoy llevo
a los míos con su abuelita
…en
las tardes de domingo por Graná.
lunes, 13 de noviembre de 2017
Sus
manos se arremolinaban en mi
Yo
les besaba dedo por dedo, reíamos
con
una cascada de caricias era honrada
y así
juntos brotaba un amor universal.
Perdía
todo norte y me confesaba
sus
retozos amordazaban mi razón
la
pasión acorazaba mi corazón
una
lluvia de estrellas me escoltaba.
Anduvimos buscando el horizonte
sin
arrepentirnos de nada
paso
firme, espalda recta
donde vaya la huella
será premiada
la semilla de mis hijos.
será premiada
la semilla de mis hijos.
ESTRELLA DE ÁNGELES BAMORE
domingo, 22 de octubre de 2017
ENCUENTROS
Armonioso final de nuestros chakras
alineación marcada con hierro ardiente
intercalándose
su auge entre sombras o
soplos de luz, a ese ocaso pendiente.
La
vida nos enseña a morir…
vaga
por angustias propias y ajenas
pena
entre abusos y agresiones
el olvido de fabricar alegría
o
por enfermedades letales.
La
vida nos enseña a vivir…
la
surcamos y la guerreamos
hasta
el desafiante hálito postrero
donde
por fin el cuerpo se entrega
a
la paz infinita del cuerpo entero.
Así
mientras estemos dame …
cobijo
en tu sombra
paz cuando sonrías y,
calor
con la mirada.
ESTRELLA DE ÁNGELES BAMORE
miércoles, 18 de octubre de 2017
Resultados del III Concurso de microrrelatos "Sensaciones y Sentidos"
TODAS LAS PERSONAS DEL LISTADO APARECERÁN EN EL LIBRO CON SU NOMBRE, APELLIDOS Y OBRA.
LAS OBRAS ESTÁN ORDENADAS POR EL NOMBRE ESTRELLA BAMORE
TENTACION CONSUMADA
Por su
mirada hechicera, surgió en mí una inclinación desconocida revestida de un
estímulo ardiente. Solía espiarle y era cuando comenzaba a humedecer mi
braguita, alterando mi libido. En cierta ocasión le vi leyendo un libro. Sin
pensarlo le abordé. Acercándome torpemente tomé su rostro, besándole en la boca,
llevada por el instinto. Reconocí entonces la diversidad en la madre naturaleza…
domingo, 15 de octubre de 2017
QUIZÁS LO INTUÍA…
… y recuerdo volver
a atravesar el largo patio del Colegio no exenta de escepticismo y recelo,
después del anterior encuentro con la única persona allí presente. Días extremadamente fatigosos; agotamiento y
cansancio en esas jornadas de trabajo.
Una señora bajita con aires presuntuosos, me ofreció la información
necesaria que necesitaba para culminar mi fin. Utilicé con probada intención mi
pie derecho, en primer lugar, al introducirme en las distintas estancias, hasta
llegar a las dependencias de la Directora que casualmente ya tuve el gusto de
conocer. Reconocía el camino, así que me dirigí en un único itinerario, sin
titubeos, al igual que el tema a tratar. Unas mariposillas inquietas me
acompañaron durante todo el trayecto, violentando mi interior. Era consciente, sin lugar a dudas, de los
desacuerdos con ésta en la primera entrevista, y también que la pondría en
jaque nada más verme, restándome credibilidad. Tendría que ingeniar alguna
argucia para favorecer mi imagen y de nuevo renovaría la petición, pese estar
medio pactado con el “Supremo”. Por aquel entonces, mi marido no cesaba de
castigarme por no tomar una decisión definitiva, a tiempo sobrado y de su pleno
agrado ¡claro! sobre esta cuestión. De ahí la ambición que me impuse.
Significaba una gran victoria agotar todas las vías posibles para lograr ubicar
a mi hijo en el Centro. Matricularlo en el curso correspondiente a su edad –se
trataba de enseñanza no obligatoria-, o por el contrario continuar su formación
en la guardería un tiempo más, era la gran disputa entre ambos. Y marché al
lugar idóneo, sólo que, con poco margen de tiempo. El vencimiento expiraba a
finales de mes y unos días festivos locales volvieron a sentarme en el
banquillo, no dejándome formalizar la inscripción el primer día hábil
correspondiente…” Pues no, llega usted fuera de plazo –me expresó la cabeza
visible con voz sobria y experimentada… éso ya depende Delegación… Los días
restantes sucumbían al mismo paso que la eficacia ante mi cónyuge. El ingenio,
por contra, me colocó la zancadilla y fui a caer a las mismas faldas de la
Representación. Ciertamente esperaba un trato distinto de ésta señora, que no
adoptó sutileza alguna en todo su argumento, al rechazar tajantemente mi
petición. Esto provocó agotar la última posibilidad, antes que mi desesperación
alcanzara niveles máximos. ¡Y tuve suerte!, la verbosidad que como un huracán
deseaba exprimir de mis pensamientos, dio sus frutos. Hubo entendimiento
colateral – sin necesidad de expresar en exceso mi situación límite- entre aquél
señor delgado y chepudo, con tintes de preocupación… “No se preocupe – habló
decididamente, daré notificación personal al Centro”. Y marché feliz por la
victoria. No sólo por conseguir ubicar a mi peque en esas sublimes paredes,
sino también por… por no volver a escuchar el repiqueteo inquisidor de mí
marido…
Repaso
con claridad algunas escenas mágicas de aquellos primeros días de acercamiento
y coqueteo entre los destacados mini alumnos y profesora… Atareadísima.
Entregada y volcada en tales horas tan decisivas. Mimando cada segundo. De ahí
más tarde se extraerían los frutos… “Buenos días. Voy a estar con vuestros
hijos los próximos años…”- nos dijo aquella profesora alta, con gran dinamismo
y reposo asociados… Las pautas de trabajo serán…
Un
tiempo de felicidad afianzaría los fatales inicios, esculpiendo los tropezones,
dotándolos de una elasticidad que el tiempo me permitiría moldear. Después del calvario atravesado, esta
educadora, de voz cálida y modales prudentes, supondría un reencuentro con la clandestina
suerte. Mi ingenuidad y escasa experiencia, provocó que los malos momentos lo
hiciese trasnochar, olvidándome de éstos por unas buenas horas. Algunos lunes
de tutoría, me apoyaba inocentemente en ella. Medicinaba mis pulmones como si
estuviera en un bosque de eucalipto. Esto provocaba deslizarme con otro talante
durante la semana recién estrenada.
Años
más tarde, concurrirían circunstancias parecidas con mi segundo hijo; mis pies
nuevamente caminarían sobre ese mágico recinto. Entre unas cosas y otras,
navegar desolada ante unas tumultuosas aguas – a veces salpicaban con dureza mi
rostro- sería la nota imperiosa durante muchos años. Pareciera que la fiera
suspirante al acecho de su presa, emprendiera un protocolo sin final. …y yo sin
tener espíritu de lucha, lucha…
Contraje
matrimonio sin conocer realmente la profundidad de la hondonada, forma, tamaño…
Mi ingenuidad, y quizá mi excesiva indulgencia ante lo que me rodeaba, hizo
imaginarme saltar la valla de los desalientos como la ovejita que me bala en
los dulces sueños. Pero en realidad, no era el ternerito lo que me acompañaba,
sino una gran estampida de jabalíes buscando agua en las calurosas noches de
verano. Pocas escenas de las fantaseadas se hicieron realidad desde entonces.
Impensable
que mi familia creciera a tal escala y que los agregados proliferaran como
hongos… impensable que me vería involucrada en entredichos y embrollos propios
de telenovelas sudamericanas. Involuntariamente me encontré perdida en el
laberinto de una nueva vida. Como el
despertar de una inquieta siesta, el pluriempleo selló mis días; madre, ama de
casa y secretaria–limpiadora colmaban las horas del día. Un recién estrenado
embarazo me acompañaba muy de cerca. ¡¡Estupenda aquélla idea la de pertenecer
miembro de su plantilla!!... casi me
cuesta sumergirme en otra gran depresión… si no llega a ser por el
engendrado… Y cuando una medicina, a
veces de efectos tardos, llamada tiempo entró en escena, me permitió ver
más allá de la realidad. Pero lo más importante, entendí y descifré otros
procedimientos –incógnitos ¡claro! -
acerca de mi consorte... ¡todo un melodrama!
Mi
nueva situación también incluía ir un día a la semana de visita a casa de la
familia de mi esposo. Allí se forjaron las historias menos creíbles y menos
demostrables que te puedan referir… Por todo ello, tuve la enorme fortuna de
aliarme con una virtud un poco distante hasta el momento, la paciencia. Tan
bueno marchó, que casi diez años más tarde, ¡aún la practico! y no cesa de darme
satisfacciones…
Ignoraba
quién maquinaba y envenenaba mis fines de semana hasta hacerlos aborrecer,
pero, de nuevo colisioné con mi semblante, y cara a cara con la prudencia. Mi dedo avizor no podía señalar a nadie.
Dudaba como una veleta al viento incierto… Nadie, excepto los que se encargaban
de la tramoya y yo, estábamos al tanto; mi compañero, inocente, cayó una vez
más en la emboscada, y yo, en la oscuridad del silencio… La gran incógnita, de
difícil recurso, se centraba en saber explicarle lo que venía ocurriendo desde
mucho tiempo atrás. Ya barajaba que mis argumentos le iban a sonar a música
fúnebre y los iba a rechazar rápidamente. Desde siempre estuvo fuertemente
coaligado a ellos. La insólita en ese núcleo familiar era yo...
eternamente me sentía como cuerpo extraño en sus organismos, que cuanto antes
había que rechazar. Tenía perdida la partida antes de empezar, y mi relación
con él iba a zozobrar como cáscara de nuez en el mar, y no estaba dispuesta a
ello.
Esta
aventura se asemejaba a la de pretender escalar un iceberg en pleno invierno
polar. Así que guardé en secreto lo de
los biberones, que en el día de visita aprovisionaba junto al resto de bártulos
del pequeño y como arte de magia desaparecían. En el tiempo de permanencia,
afortunadamente sólo era una toma la que correspondía. Opté calcular cuándo
ofrecer la siguiente, siendo ya a la vuelta, en casa. Así que la
correspondiente la preparaba antes de abandonar el domicilio, minimizando en lo
posible los enseres que acarrear y los sobresaltos posteriores… Allí enjuagaba
lo utilizado sin mucho formulismo; recogía y guardaba bien todo en una pequeña
mochilita azul y roja. Más tarde le
dedicaría mayor esmero… Al salir de aquella jaula dominical, con solo sentir el
golpe del viento fresco en la cara, ya estaba algo más liberada de la mordaza
en la que se había convertido mi vida. Todos en el coche. De regreso,
comenzaban a embargarme de ilusiones, almacenando palabras y articulándolas únicamente
en momentos precisos... Y cuando no alcanzábamos más de un kilómetro recorrido
sonaba el teléfono móvil de mi marido. La táctica se convirtió habitual…
-
¡Hijo!, -anunciaba su madre en tono de extrañeza
y preocupación…-¡mira, que os habéis dejado el biberón aquí… ¡
¿Quién sabe?... Todo era posible…Estaba segura de
haberlo guardado, pero…
La estrategia se fue repitiendo casi cada
domingo, a la salida, después de no recorridos más de mil metros… Melodía
familiar del celular…
-
¡…y os habéis olvidado el platito de… - informaba en otra ocasión -
Inicialmente, todo pudiera haber tomado cuerpo y
forma lógica… Con las prisas… pese
tenerlo todo bien guardado… una
distracción… Esta malicia se fue repitiendo con una frecuencia inusual y sin
que ninguno de los presentes levantara una mínima sospecha... nada, nada. Yo ya
estaba empezando a cansarme del jueguecito, suspiraba profundamente y me
lamentaba de la situación. En la
intimidad, a veces buscaba refugio en la mía, porque mi coraje permanecía
secuestrado y la garganta seca, debido a la incansable mudez.
Mi valor ante estas agresiones se había esfumado
con mi alegría, y la confianza con mi pareja quedaba más lejana…
¡Es una travesura genial! –pensaría quién
estuviera detrás de todo. La gran diferencia es que aquella morada de fin de
semana, donde únicamente existían preguntas y ninguna respuesta, sólo la
habitaban personas adultas, y la presencia a infante únicamente la desprendía
mi hijo de muy poco tiempo de edad. Era algo más que una chiquillada. Y
probaron también con pañales…, con el vaso del zumo…, y a no más de mil metros
recorridos…la musiquita del teléfono quebraba la recién estrenada
serenidad. Y yo siempre destacaba como
una madre despistada y olvidadiza. Lo peor de todo - quizás por cobardía- fue, que nunca perturbé la tranquilidad de mi
pareja, que llevaba en sus espaldas todo un historial familiar desde la
infancia. Tanto lo quise proteger, que mi decencia se quedó al descubierto,
confiando en una pronta solución, sin necesidad de llevar el contexto más allá…
Descuidé, por apatía principalmente, mi actitud y talante. Quién fuera estaba
venciendo con mucho acierto y con mucha agudeza. Mi situación se asemejaba al
estanque, inmóvil pero sigiloso. Así mes tras mes, en la antesala de una
oportunidad…
Uno
de esos días… Una de esas tardes con tintes complicados se avecinaba. Aunque el
festival se difundía habitual y la tónica de rutina… Acomodados en el salón,
frente a la puerta abierta de par en par, finalmente pude enhebrar todas las
pesquisas que minuciosamente había atesorado…
Sus dos hermanos abandonan la estancia que
compartíamos. Deambularon por el resto de la casa unos instantes. Coincidieron
de nuevo un escaso tiempo, pero esta vez en el pequeño recibidor. Entrecruzaron
un breve diálogo. Las palabras sobraban. Lo verdaderamente importante se
centraba en que la maniobra volviera a ensuciar lo que restaba de visita y que
la nueva artimaña arrojara sus frutos. Abrieron la puerta de salida, ocupando
el rellano del exterior, junto a las escaleras comunes del edificio. Ella
permaneció unos segundos más donde inicialmente quedaron citados. Y por
fortuna, mi arrinconada suerte despertó de su letargo, encargándose de
demostrar al acoso que estuve sometida…
Recorrió los pocos más de tres metros que la
separaban de su cuarto hasta desembocar allí. En el trayecto portaba oculto
entre sus ropas el abriguito de mi pequeño, que anteriormente colgué en el
perchero. Como un ladrón sin escuela, con la cabeza y mirada perdidas, se
adentró en sus dependencias. Regresó a los pocos minutos, - lo suficiente para
situar la prenda en algún lugar inocentemente visible-. Fuera, su cómplice
perfectamente identificado, le aguardaba. Yo no malgastaba mis sentidos en
otros detalles que no fueran los de semejante espectáculo. Y por el contrario a
lo que pareciera, sí daba crédito a lo que estaba sucediendo. Con estos datos,
le ofrecería a mi marido todo un informe, demostrable -como a él siempre
lo ha querido- de los hechos. No comuniqué de inmediato ningún
pormenor de lo acaecido en la habitación contigua. Todavía no. Preferí callar y
continuar con aquel cine mudo.
Llegó la visita a su conclusión… Me adelanté
al perchero en busca de las ropitas. Constaté que faltaba una.
Así que, con todos los datos recogidos y con la lección repasada, avancé hasta
el centro del pasillo. Enfrente a la puerta que me cubriría de liberación,
transparente como el color de la sinceridad.
Con voz templada, empapada en aires de grandeza
le dije…” Di a tu hermana que traiga de dentro –señalando a sus dependencias- el
abrigo del niño…”. Él sin manifestar ninguna indicación, sin mediar palabra,
acompañando su rostro con infinitas interrogaciones, se dirigió firmemente
hacia ella… “¡Dame la chaqueta de Jose Fco!!”.
Sin más dilaciones, marchó dónde la pusiera, entregándosela a su vuelta…
No hubo más por parte de nosotros dos, tan sólo un regusto agridulce rondando
mis labios abrumados… ¡hasta cuándo!...
La
montaña rusa de la vida continuó con su dibujo más o menos accidentado, donde
las sonrisas y las lágrimas fluctuaban paralelamente. Por deseo personal fui en
busca de otro hijo, aunque el trayecto no resultara un camino fácil. No cejé en
mi propuesta. Los argumentos no residían en mi persona, sino eran unas
convicciones previstas para mi hijito. Yo ya conocía la maternidad y el dolor,
las sinrazones y eventualidades. Pese a todo decidí que era el momento, antes
de que otras circunstancias amañaran mi voluntad. La petición se la efectué a
mi pareja en varias ocasiones. No hablaba mi boca, sino mi corazón. Mi amor
propio, que en contadas ocasiones he verificado su existencia- quedó
convencido, conforme, después de desear implantar en tantas ocasiones la
demanda. El cariño de una madre hacia un retoño se instala desde el momento del
engendro, y mi obsesión ahora se centraba en asignarle compañía, un refuerzo
emocional previsto para el día que… Mi marido, por el contrario, simpatizaba
con un talante diferente, pero esa tenacidad que empleé, se culminó con la
gloria.
Las
situaciones hostiles y desconocidas se agolparon a mi alrededor como
muchedumbre al estreno de una película. Nunca piensas que vas a ser la
seleccionada, pero el destino sin preguntar, se apodera de tu mano como si te apresaran los rápidos embravecidos de
un río. Y yo desde siempre viajando
subida en una nube, ignorando la realidad de la faz de la Tierra… A partir de
este momento, asumí el rebuscar otras verdades que el corazón oculta o
enmascara…pero sin espíritu de lucha, lucha.
Mi
segunda descendencia es firme. Sin
esperarlo, retomé el imprevisto de años atrás…
Acabado el tiempo de gloria en su Escuela,
comenzaría a peregrinar en busca de otro buen colegio para la nueva etapa que
se avecinaba. Ni resultó tarea fácil, ni las opciones figuraban en ningún
manual informativo. Acordé su matrícula en uno cercano de casa. Resultados funestos
provocaron un nuevo replanteamiento de escolarización… No podía permitir que
los esfuerzos y la dedicación recibida en su Cole de Infantil quedaran
disueltos cual comprimidos efervescentes en medio líquido. Consideraba mi ente
timado con la propaganda que me ofrecían, estaba disfrazado, no tenía ningún
parecido al oro… ni que yo fuera una de aquéllas, ¡menuda humillación…! Y antes
de Navidad, después de unos ciclos transcurridos, nuevamente me aproximé al
órgano competente. El recorrido lo diseñé a espaldas de mi consorte en espera
de una clemente segunda parte. Así pretendía demostrarle, en caso de obtener
buenos resultados, aspectos importantes de mi desheredada persona y conseguir
ejecutar las tareas correspondientes, sin presiones añadidas.
Mientras
tanto, el pequeño ya no lo era tanto, y concluye su etapa de guardería. Yo
tenía muy claro dónde continuaría después… pero, a veces no se consigue, por
más que intentes modificar la realidad. Y para hacer honra a mi especie y
prorrogar la dudosa valía de algunas personas, pensé que podría olvidar lo
acontecido e intentarlo de nuevo en el Cole de primaria, donde su hermano…
Sinceramente, no todo fallaba en aquel recinto
dónde años antes J.Fran con su presencia ayudara a ponerlo en marcha el día de la inauguración…
” la chiquillada inundando pasillos y patios, gente de a pie que contribuía con
su presencia a llenar la curiosidad de
éstos… marionetas, pinturillas y personajes sobre zancos hacían de ésa
mañana sencilla, un día para recordar. Aquella escuela, que en nada se parecía
a la primitiva, la reemplazaba su amplitud, la tecnología, dotación de
material… perfectas paredes albinas así lo susurraban… las resbaladizas baldosas a la suela del
zapato, el acceso a la planta de arriba…” , pero a mí me faltaba mi
Ermita…
En
poco tiempo, se me terminó de derrumbar los frágiles cimientos de ése proyecto
tímidamente hilvanado, exento de materiales sólidos y convencimiento incierto.
Una idea fugaz colapsó mis pensamientos, ¡huir! . El profesorado no era el de mi locura, la
directiva y yo, extremos opuestos, y sus pilares estorbaban porque restaban la
visión al entorno… La Seño Elvira, en general, buena docente, voluntariosa y
contemporánea contribuyó a licuar el mal trago, a que la bocanada de ése fuerte
licor tuviese efectos más sedantes.
Pretendí volver atrás y empezar desde el principio, aunque esa mañana
casi invernal, estaba custodiaba por la espera…
los destrozos de mi interior los recogía muy despacito, sin provocar
ruido, y esta vez sin lágrimas en los ojos.
No
lo recapacité más tiempo. Debía ir. Tenía que intentarlo. Cargué mis pulmones de aire y suspiré un
largo tiempo, meditando y coordinando los movimientos…
Allí perseveraba, sólido e intacto a primera vista,
igual que lo dejé. Mis bolsillos portaban mucha inquietud y desorden.
Nuevamente conducía mis esperanzas a ése primer patio, escondido de los
peligros del mundo exterior, donde la inocencia se concentraba como fruta en un
tarro de mermelada. Presentía la adrenalina disparada, casi incontrolable. El
bullicio del recreo en el de los más pequeños afianzaba y robustecían sus
tapias. Entonces recobré mi paz interior, percibiendo cómo la tensión se
esfumaba por la punta de los dedos de mis manos. Con algo de incertidumbre
atravesé la puerta acristalada. Avancé en busca de las escaleras que me
llevarían al piso de arriba. Respiraba con tal ímpetu, como si se tratara de la
primera vez. Y por arte de magia, salió a mi encuentro la Seño de mi primer
hijo. Sin saber por qué al verla empecé a desinflarme, sabiendo que la
posibilidad de encontrarme con ella iba a resultar factible. Mi corazón se
disparó anacrónicamente; controlar emociones con personas incluidas en alguna
faceta de mi vida es un verdadero caos.
No sabía cómo empezar… otra vez yo allí. Me acerqué ¡claro!, y muy
escuetamente le solté el motivo de mi presencia. Mi voz era tenue, sombra de la
tristeza que desprendía. Al concluir la
breve exposición, con su mirada fija en mí, respondió pausadamente…:”¡Sube y
habla con Piedad…!” ¿Cómo?, ¿ha dicho
Piedad? –pensé ¿Piedad?... No recuerdo expresar nada más,
¡bueno! le di las gracias. Era feliz. Me encontré
con la Seño, y la directora actual ya no era la misma… ¡Piedad, ha dicho
Piedad!...
La
preferencia de aquella visita esfumó en segundos. Todas las incomodidades
desaparecieron en un santiamén. Y simultáneamente con cada peldaño que dejaba
atrás meditaba, Piedad ha dicho Piedad… Allí dentro del despacho se encontraba…
De pie, envuelta en papeles, ejecutando su trabajo. Al golpeo de la puerta
anunciando mi presencia, fijó su mirada en quién irrumpía en la
habitación. Me reconoció al instante. No
hicieron falta demasiadas prerrogativas para suscitar una conversación relajada
y afable…¡bien me hacía falta!. Tan sólo y en con idea de romper el hielo,
antepuse la sugerencia de la Seño de Jose Fco. y la propuesta de intercambiar
impresiones.
Con un gesto de su mano me invitó a tomar
asiento. Dos sillas rodeaban su flamante escritorio. Tratamos el tema
desde el inicio, sin tapujos, sin adornar en exceso mi capricho. No aducía ser
únicamente un antojo, alegaba perseguir una mejor formación. La directiva allí
existente, desplegaba principios y disciplinas lejanas de este Centro… Reconocía mi estrepitoso error. Aquél no era
mi sitio. Debía intentarlo…
Sin
dilaciones, palabras concisas me condujeron a una realidad innegable. Me
entregó datos del número de alumnos, aulas, masificación… rebuscó vocablos para
que tal exclusión conservara el sentido lógico… acomodó su dicción ofreciendo
lo mejor de su persona para no herir la mía. No manejaba muchas reseñas de
ella, pero su diálogo desprendía una seguridad que me atraía. No obstante, su
conclusión provocó que me sumergiera en un pésimo escenario, el cual tragué como cucharada de quina. Por último, terminó
con el esplendor de banderillear la faena invitándome para el siguiente curso,
donde las posibilidades residirían en la otra cara de la moneda.
Abandoné
la estancia exhalando un aire secuestrado, que mantuve sobrecogido en mi pecho
desde hacía ya bastantes horas. En realidad, me marchaba muy feliz, pese a no
tener el traslado inminente. Los datos consignados eran más que suficientes
para prolongar metódicamente la espera.
Y una vez más, anduve reflexionando sobre ese rechazo con el mundo que
convivo. Encontré alivio a mis
escoceduras en tal encuentro. Como hierro candente en agua, me rendí ante sus
palabras y su condición de persona. Asumió con enorme gentileza el compromiso de
comunicarse conmigo para ofrecerme nuevos datos si los hubiere, y lo
cumplió. En mis alucinaciones, siempre
me imaginaba embarcada en una canoa por la misma orilla del río Mississippi,
con desniveles y rápidos, hasta que pude vislumbrar la existencia del otro
margen, más parejo y exento de turbulencias…
Los
meses transcurrían con la misma tónica discordante. Al mal funcionamiento del
Centro, se le agregó un nuevo profesional que hacía más inquieta y reafirmante
la espera, el Orientador. ¡Bendito sea, cuándo concluirá esta fábula! Nuevo
tropezón… Era concluyente e inequívoca la opinión conformada…
Último trimestre. Concluye el curso. Un polémico
artículo en la publicación de una revista interna, confeccionada enteramente
por integrantes del Ampa, enturbian aún más las relaciones con la alta esfera.
Nunca formó parte de mí, actuar ofensivamente con ningún mortal de la Tierra, y
aún menos a través de algún medio que no fuera el coloquio, aunque lo
importante para algunos lo fundamentara en buscarle los tres pies al gato, y si
se empeñan…
Lo
pragmático de la recta final, lo que realmente conservé, fue la despedida
entregada, parca de vocablos, y sincera, de su educadora… quedé plenamente
abrumada.
Ya
formalicé la documentación necesaria para que mi hijo formara parte de las
filas del E.E.I. LA ERMITA, así pues, mi interior desprendía serenidad, la cual
celebré con unas salidas en bici. No sólo por dejar entre renglones las
sucesivas tribulaciones y despotismos concentrados en pequeñas entregas, sino
por alcanzar la meta laureada. Justo el día que solicité la renuncia de la
plaza y con objeto de que el traslado se pudiera hacer efectivo, me dirigí con
cautela a la secretaria. Indudablemente me esperaba: “…sí ya sé que no sigues con nosotros – me respondió con un regusto ácido
encubriendo las palabras- … han solicitado el expediente del otro Centro…”. Y
prosiguió, despachando con su jerga vulgar e impropia del cargo que
representaba “…me quitaste a uno y
ahora me quitas al otro…”. Yo, no tenía nada que expresar. Paralelamente, mis labios huraños y exentos
de voz mascullaban, no sólo cometí el error con el primero, sino que lo renuevo
con el segundo…
…quizás
lo intuía. Un nombre rondaba mi imaginación, una profesora tentaba mis
invenciones, pero no acariciaba el capricho… La desilusión me había apresado y
aunque me supe liberar de gran parte de su veneno, aún quedaban fantasías
encadenadas. No obstante, admitía soberanamente, estar cortejada por un recelo
para acabar de una detonación con las fantasías. El dudoso comportamiento de mi
pequeño con su ya antigua docente de infantil, significaba un superávit a tener
en cuenta. Vacilaba y me entristecía por su futura heredera…
Visité nuevamente a la Directora. No cambió
nada en ella. Mismo talante, mismas formas, pensamientos invariables… ¡eso me deleitaba!...
La
Seño Ana por fin, era la candidata ideal ante semejante cábala. No
poseía muchas referencias. Pero ya desde las primeras veces allí, atesoraba un
pensamiento íntimo y secreto, el cual refloté para mi propia satisfacción: ”La
Seño Ana… la Seño Ana posee tras de sí una estela atrayente como un imán… su
imagen atrapa como las ondas expansivas que desprende un proyectil…” ¡y eso me deleitaba!...
Comencé
la escalada por un terreno que, aunque resultaba conocido, asustaba. La subida
no llegó a ser gravosa, ya que la ruta trazada reposaba en el interior de una
sábana de satén. El trazado era el descrito, siendo la fluidez la nota
dominante. Pese a la suavidad del descenso, a veces, le tendría que robar al
aire parte de su frescura para poder continuar respirando. ¡Cuánto calor humano
en sus manos, cuánta ternura en su mirada, cuánto corazón en su corazón…¡“…y
¡ay!, aunque a veces me canso, es esto
lo que me gusta…” - exclamaba con la
razón ensortijándole los dedos… merodeando mis sentidos …
…y
la dosis de ráfagas de luz que sus ojos desprendían, son las mismas que me
ayudaban a reforzar la semilla que depositamos en nuestra anterior etapa. Ella continúa ofreciendo su buen magisterio,
y yo, sigo a mi maestra de la única forma que sé.
Con el paso de los días, lo importante es
tratar de seducir una magia especial para conquistar las curvitas de su
corazón, con objeto de bajar la temperatura a mis neuronas humeantes...
queriendo dar lo que un día no di, rompiendo un llanto apretado… como si el
mismísimo Papa de Roma descansara sus dedos ungidos en una espiritualidad
mística sobre mi cabeza… Después de cada jornada al recogerle a mi hijito bajo
su educación y custodia, es de expresa resolución rozar su halo, apreciar su
sonrisa y ofrecerle mi gratitud y adiós por esas horas dedicadas, y
enriquecidas de vida. Me cuesta obviar. Si no es así, es como si para algunos
el primer plato en un almuerzo no fuera de cuchara, se oye misa y no se comulga
o… En eso se me pierden los días, los que se van y no vuelven.
Las
vacaciones de verano ya están aquí. Cuento los días que faltan para la llegada
del próximo curso. ¡A buen seguro que no todos pensaran lo mismo! Un tiempo
antes, ya me apretaba la garganta la llegada de junio. Y no solo me arrolló ese
mes, también lo hizo el calor, la enfermedad y otra enfermedad de dudoso
alivio, las malas vivencias, la soledad... Incierto infierno este paraíso de
soledad…
Me despido de la Seño Ana. Mis extremidades
apuntan en otra dirección con forme avanzaban en su trayecto, pero desemboqué
sin indulgencia al mismo pozo sin salida. Envuelta en una nostalgia confusa, me
pareció entenderle algo así como pasar a mi pequeño de curso por tener
superados los objetivos de ése nivel, o algo semejante… No presté demasiada atención
a sus palabras. Presumía que la corriente me arrastraba aún con más fuerza
hacia el mismo lugar. Cómo despojar a mi hijo de su Seño, de sus amiguitos y de
lo mucho que le quedaba aprender … no podía ser juez de ese dictamen, su sitio
estaba allí.
En este breve tiempo un conocido recelo,
experimentado otras veces, me recorrió el cuerpo longitudinalmente. Aunque su velocidad se asemejaba a la
propagación del rayo, no obstante, la escueta petición entumeció todos los
músculos de mi frágil persona. Incontroladamente mi corazón lo sentía
disparado…¡no, no, su Seño…!.
Apuro
más los meses. Mi espíritu se siente debilitado. Se oscurece el cielo. Su
tonalidad gris persiste, y aunque me invita a la relajación, sufro hasta poder
canalizar el lado más sombrío. Este extremo se presenta con excesiva masa
opaca. A veces intento prolongar los
minutos, trazar una línea más corta entre la realidad y yo, pero continúo
mendigando y sigo topándome con esta soledad que intento aliviar.
MIEDO
Cómo pudo permanecer sumergida en una desgracia
tan delicada, tanto tiempo, con tanto dolor y tanta sinrazón acumulada… ni ella
misma alcanzaba entenderlo. Su coraje no sabía expresar, ni aún rebuscando en
su cordura algún medio para inventarlo, porque de antemano, el fuego de la
incredulidad devoraba sus palabras.
El
primer peldaño nunca se atrevió a subirlo, estaba atenazada por el miedo. Era
como si marchara en todo momento en sentido opuesto a la dirección que marcaba
el resto del mundo. ¿Quién iba a creer semejante locura?... el último rendirse,
aunque sin dar oportunidades a la defensa que siempre la mantuvo en guardia y
alerta, aunque con la incertidumbre y el terror pisándole los talones.
Le
sobrevino una fuerte depresión psíquica. Aprendió a convivir con
ella, llevándola en la proa del barco, pero lo más oculta que se puede
transportar una “carga” que por nada deseas que la descubran. El
vocabulario quedaría desierto si tuviese que explicar el contenido exacto de
los hechos, desierto en términos lógicos dentro de una familia aparentemente
normal.
Se
acogió a lo poco que disponía. Sus solitarias salidas junto a su cámara
fotográfica fueron eternas compañeras. De hecho, trabajaba en este sector, por
lo que estaba algo más estimulada. Recorría puntos importantes y concurridos de
la ciudad, donde la población albergada fuera lo más abundante y homogénea.
Siempre le acompañaba un cierto temor, recelo permanente que recorría su cuerpo
de pies a cabeza… Pese a todo, se creía inmersa en la mejor y esplendorosa
etapa vivida hasta ese momento. La música, la música de grupos o solistas,
nacionales o extranjeros, los libros… evitaron un declive de su persona más
agudo. Sus catorce años en el centro de su diana…
Y
sucedió. Las posibilidades no eran remotas ni casuales. Su corta edad, en pleno
tránsito hacia el mundo adulto quedó machacado, pulverizado y el resto, en
compleja definición. Él posiblemente era una de las personas que mejor la
conocía, y actuó bajo ese decreto. Por eso, espectaculares turbulencias
azotaron los siguientes años de su vida, con múltiples obstáculos que salvar e
ingratas vivencias, salpicando desde su breve existencia.
…Pocas
semanas empezado El Bachiller superior una compañera de clase la invitó a ella
y a conocidos, al bautizo de un familiar. Ceremonia y refrigerio se ofrecería
en una población cercana. Unos cuarenta kilómetros distaban de la ciudad… Tras
la desgracia, el arrepentimiento e intransigentes culpas salpicaban a discreción
como el agua de una cascada. Ella, Chris, estaba indecisa hasta el último
momento y finalmente aceptó por no desagradar a nadie. Lo cierto es que aquel
sábado rondaba algo más que el acontecimiento esperado.
Nani su
amiga era la más pequeña de aquella familia, una chica “mona” y mimada. Así que
no encontró dificultad, una vez más, para ejecutar ese nuevo proyecto. Nada de
esto recordaba Chris. Vagamente y muchos años más tarde -duplicando los que
poseía en la actualidad-, como en un día de espesa niebla, le brotaban imágenes
y vivencias abrazadas a sus recuerdos.
Aún hoy sigue
retorciéndose de dolor, a veces más que entonces, puesto que el sentimiento de
culpabilidad le sigue arrollando incontroladamente como
ola que rompe en la orilla. Después de todo lo pasado,
¿culpabilidad porqué?... Porque no pudo hablar con claridad, porque no se
desató en grito su llanto interior, porque su niñez aún era más fuerte que los
acontecimientos…
Cuatro
de la tarde. El hermano mayor de Chris, Juan, sale de casa como todos los
sábados, en esta ocasión acompañado. Lleva un tiempo de flirteo con Nani.
Gregorio, el amigo inseparable de Juan, ha puesto a punto el coche donde iban a
realizar dicho trayecto. En el otro extremo de la ciudad y casi a la misma hora
dos chicas terminan de acicalarse y ultiman. Pronto pasaran a buscarlas. Los
cinco iban a iniciar un viaje que de seguro iba a resultar “inolvidable” …
…la música del
grupo musical Los Chichos amenizaba el trayecto, las risas y el ambiente
juvenil del interior de aquel automóvil. Con toda esta atmósfera
llegan a destino, Illora. Puntuales se congregaron en la plaza de la
Iglesia. En breves momentos comenzaría la ceremonia. Al término de
ésta, se ofrecería un ágape a los asistentes. Familiares y amigos se trasladan
a una pertenencia casi olvidada de los Duques de Wellington. Estos mantienen el
recinto como una hacienda más, visitándola en contadas ocasiones. El recinto se
mantenía en muy buen estado; los caseros –y a la vez familiares de Nani- se
encargan de ello y aquella era una buena ocasión para
demostrarlo. Ajetreo, devenir de gente azota ese día el caserón.
Los canapés, la cerveza y
demás viandas están continuamente viajando a esas mesas rústicamente
preparadas. No se escatima nada en tal fecha esperada. Conversaciones, bullicio
y humo embriagan la estancia. Melodías suaves, cargan el ambiente…el aire
empalaga y la intensidad etílica sube como la oscuridad, que ya venció al
día. Lo sensato en tales circunstancias hubiera sido darle una
tregua al reloj, negociar con éste una espera razonable y apelar a la cordura.
Tomarse unos cafés bien cargados, dormitar un par de horas y reanudar la marcha
un tiempo después… empezar la semana atiborrados de sueño y
cansancio, cabeceando en clase, no hubiera sido tan mal idea…Se escogió otra
opción y, a lo hecho… Tras las despedidas, de nuevo los cinco en el coche. El
dueño del vehículo se arma de valor. Pese a la visible borrachera del capitán y
con escepticismo, se dirigen al punto de salida con ilusión porque todo llegue
a su fin… En breve y a no demasiados kilómetros recorridos, sorteando las
dificultades como mejor le permiten su estado, ya no aguanta mucho más…: “Llévalo
tú compae, que tu parece estás mejor que yo” –le repetía
insistentemente a Juan.
- ” Que no; mira como estoy
tío…”- respondía con ánimo derrotado.
Los plazos se agotan y los excesos ahora mostraban su cara más
amarga. El volante de ése mil quinientos verdes sigue bajo las órdenes de su
propietario. Finalmente emprenden el camino de regreso. La conducción se hace
difícil.
-
¡Ten cuidado compae!- exhortaba con desconsuelo Juan
desde el asiento trasero. Chris, en la parte delantera acompañaba a
Gregorio. Desde ese sitio tan predilecto, y con su timidez, solo
observaba y se dejaba llevar por los acontecimientos. Recuerda tener miedo…
Recuerda sentirse centro de una diana en todo momento.
Con extrema rapidez la noche cálida se torna helada. Los presagios
dejan de serlo para iniciar el calvario de la evidencia. Los automóviles que
marchan en sentido contrario molestan en exceso la visión de Gregorio y en su
situación…
-Oh!
tío que no puedo seguir, que yo no puedo…-exclamaba con tristeza
Los
parpadeos en sus ojos son continuos. El nerviosismo reina en el interior. Un
único deseo es unánime en los corazones de los cinco; sólo ambicionan llegar al
destino cuanto antes. Con extrema rapidez, su antebrazo cubre la parte superior
del rostro. Esquiva una ráfaga de luz que ametralla con crueldad su pésima
capacidad visual. El coche inicia una maniobra forzada, esquivando la sombra de
la desgracia. Los intentos por mantener la dirección en línea recta son
inútiles… tan insuficientes como las de un borracho.
Las alarmas y los gritos de
terror quebrantan nuevamente la noche. La oscuridad se hace única dueña de
lamentaciones y llantos. El SEAT mil quinientos de aspecto robusto, voltea en
varias ocasiones. Coge prestadas las vías del tren para efectuar su última
parada. Juan salió despedido hacia el parabrisas rompiéndolo con la ayuda del
brazo y la cabeza. Chris atraviesa sin dificultad el cañón de terror. Aún tiene
el destino, o el ángel de la guarda de cada uno, o… clemencia con los restantes
pasajeros que los dejan prácticamente intactos... Ya sólo persisten nervios,
lágrimas y gritos desgarrados inundando el oscuro barranco.
¡Chris!
–claman algunos alocados, ¡Chrisssss!... ¡Chrisssss!
La
sirena y su inseparable luz giratoria devoraban el aire vociferando enloquecido
el peligro. Al puzzle le quedaba una pieza por encajar, aunque ésta nunca la
ajustaría por más que lo intentara… “¿Por qué continuó con vida? ¿Por qué no
terminó todo en aquél lugar cuándo tuvo la ocasión en sus manos?”
... Se preguntaba Chris en numerosas y turbulentas ocasiones de su existencia.
La celeridad en el traslado y el alto grado de preparación médica
resultó clave en las primeras horas, primeros días y en las primeras semanas de
su nueva vida. Durante mucho tiempo se tejieron las horas más
indeseables para unos seres humanos racionales. Todos sufrieron con la crónica.
En el instituto donde Chris estudiaba, en casa, la vecindad……
Una
llamada de teléfono a horas ya inquietantes para la familia, no puede augurar
nada bueno, y ésa no iba a significar menos. Alerta en el domicilio de los
hermanos. Algo extraño sucede. Los presentes caen rendidos. Sus
fuerzas, su calma y lucidez se abaten derrotadas ante la noticia. Aquella
tarde, ya noche, de domingo otoñal las hojas de los árboles se desprendían de
sus ramas como si salpicaran lágrimas, lágrimas de absoluta desesperación.
A
la adolescente la trasladaron directamente a Vigilancia Intensiva, su estado
remitía… ¡MUERTE! sin más. El estado etílico de todos, expresaba lo acontecido
sin articular palabra. Trataron las heridas a Juan en su antebrazo,
inmovilizándolo con un yeso y varios puntos de sutura en la ceja sangrante. El
resto de la noche se quedaría en observación. Su garganta solo
expresaría llanto y desesperación. El resto de los pasajeros pudo relatar con
más exactitud las primeras impresiones.
Todos sufrieron
con la gravísima crónica coloreada de un amenazante tono rojizo.
Los
días seguían sin demasiados cambios. La gravedad persistía y la
esperanza de vida se agotaba como el ocaso del día. El padre de ellos
casualmente, trabajaba en dicho hospital. A la vuelta de la jornada laboral, la
familia aguardaba consoladoras informaciones de otra índole a las del día anterior,
que permitiesen soñar. Pero no, la locución poca variación experimentaba:
“Continúa dentro de la gravedad” –aunque realmente quería expresar “Permanece
el riesgo de muerte”.
Él por puesto de
trabajo que desempeñaba estaba informado de todo cuanto acontecía. En los
descansos su única preocupación se centraba en visitar a la pequeña, saber si
experimentaba algún cambio. Cada detalle lo engullían sus sentidos como si se
tratara de un remolino; alguno de estos lo interpretó erróneamente…
Sus
pupilas y sus silenciosos despertares más tarde se pronunciaron, no lo pudo
disimular más tiempo. Exteriorizó aspectos adormecidos en su conciencia. La
niña adolescente resultó ser la víctima más inocente de cuanto sucedía en todos
los aspectos. El resto de su existencia brillaría como un ser desconcertado,
falseado…
El
estado de extrema gravedad iba retrocediendo lentamente; jugó un papel vital la
escasa edad de la infanta. Con irónica amargura y muy lejos de superar los
traumas vividos, más tarde ella lo admitiría… “Ya que estaba a un paso…”
El
pico del gráfico descendió hasta el indicativo “Evoluciona dentro de la
gravedad…” Todo acaecía entre sondas, monitores y pegajosos guantes de látex
que con el tiempo apartaría para siempre de su vida; jamás cubrirían sus
manos.
Envuelta
entre sedación y sedación, destellantes flashes de su inquietante estado
irrumpían en su delicada resistencia. A partir de aquí los avances eran
insignificantes, aunque constantes, alejándose el fallecimiento inmediato. Su
cuadro clínico estuvo agravado por una crisis nerviosa que no le permitía estar
relajada, el estado de excitación era bien visible. En la medida de lo posible,
aquella vida monitorizada quedó encadenada a un fuerte estado de sedación. La
traqueotomía acechaba su garganta. Tan sólo le acompañaba en esas horas con
forma de espirar, la juventud… el lecho vidriado, parecía un escaparate en
ofertas, que más de uno se acercaba a mirar libidinosamente...
De
esta forma aplazó el último juicio que jamás apeló a la cordura. La guadaña que
con paciencia velaba junto a su almohada, viajó hacia otra más convincente.
Se
sucedieron las jornadas y el cambio de escenario era ya una realidad. El
traslado a otro lugar menos especializado era inminente. Atrás quedarían los
ventanales de la desvergüenza, gomas y ensordecedores timbres luminosos. Para
el resto, la espera resultó un alivio gratificante, o muy gratificante… Para
ella, y sin tener constancia de lo que le rodeaba, otro mundo empezaría a vivir
con el peso de la adolescencia en su cuerpecito. El tiempo
de recuperación no se podía evaluar con exactitud dada la magnitud del traúma.
Se ayudó de la fisioterapia, terapia ocupacional y otras artes que para mejorar
a los enfermos en semejante situación; y logró rehabilitarse
considerablemente. No llegó, por el contrario, restituir a la misma
velocidad el traumatismo craneal. El coma al que estuvo
sometida, con la completa pérdida de memoria, sensibilidad y funciones
vegetativas, tampoco resultó de fácil tarea; ni la de sobreponerse a la
apoplejía. El progreso iba adherido al continúo rezo; hablar de cura era toda
una locura. En conjunto, otro error inexplicable de la vida…
Incredulidad
ante la llegada de este nuevo ser. Recuerda no poseer plasticidad ante lo que
le rodeaba. Deambulaba como en un lugar galáctico por los apenas cincuenta
metros cuadrados del aquél pisito, donde residía con su familia. Era como si
flotara, una nebulosa difícil de expresar. Sus piernas las sentía frágiles y el
alma decadente. Todos procuraban acomodarla y quererla y,
… Formulaba una misma pregunta varias veces, muchas, hasta provocar
a los encuestados la exasperación. Decididamente no estaba bien. Quedaba mucho
por hacer. La familia entera volcó su tiempo y sus esfuerzos hacia ella.
Los
meses caminaban por el tiempo cuesta arriba. Su semblante se asemejaba a la
marcha de un caracol. Pasada la navidad, muy cercano el mes de enero, en una
mañana gélida, Chris advierte desde su habitación, ajetreo y voces penumbras
que incesantes viajaban de un lado a otro de la casa. Aquélla
madrugada era diferente a las otras. El devenir tempranero de los familiares no
era normal ni de su agrado. Se acurrucó dentro de la cama. Sintió miedo. Las
continuas murmuraciones se comían al aire, provocando una atmósfera aterradora.
La vieja abuela falleció en medio de una feliz infelicidad. Chris sabía muchas
cosas de ella, aunque quién más, su hermana mayor. Estaba muy influenciada y no
siempre actuaba como se merecía la octogenaria. En el fondo era una ancianita
buena, como casi todas. Con sus preocupaciones estimulada por sus limitaciones,
ansiosa y exaltada a veces, por querer inculcar sus enseñanzas antagónicas a
los nuevos tiempos… Con la madurez la pequeña reconocería semejanzas con ella.
Estaba segura que el suceso de su accidente fue determinante en este adiós. En
los múltiples enojos que la senectud arroja, expresaba su utilidad ya en el
mundo. Después de lo de su nieta, pospuso la partida hasta la
llegada de buenas noticias. El miedo le volvió a traspasarle la piel ante los
acontecimientos.
Cambian
de domicilio. Pensamiento que iba tomando forma con más celeridad desde hacía
años. Aprovechan la coyuntura del abandono precipitado de casa del
hijo mayor. La vivienda se reajusta. Movimientos inesperados en poco tiempo.
Pareciera que las piezas de ajedrez tuvieran prisa por terminar la
partida. La abuela, el hermano mayor, el mediano, que toma las
riendas de la independencia… Ya quedan el matrimonio y las dos hijas, la de menos
edad Chris. Los cuatro estrenarían en breves meses nueva residencia. Los
minúsculos metros de aquel rectángulo pavimentado, se agrandaría
considerablemente, traspasando lujo y comodidades no vividas hasta el momento.
Era la otra orilla del río.
Casa
nueva, vida nueva. La reestructurada rama se va acomodando al nuevo destino…
¡odiado destino!, pensaba Chris en múltiples ocasiones.
Los
meses transcurrían normalmente, con la ilusión y el trabajo agotador que ofrece
algo de semejante índole. Gran parte del mobiliario se compró
nuevo. Habitaciones decoradas con el encanto personal de cada cual.
Ya no existían las incomodidades del espacio que la anterior casa ofrecía, ni
las disputas por el servicio, ni las subidas costosas a la última planta del viejo
edificio, hoy aún en pie. Todo era distinto, desde la existencia de dos
estupendos ascensores, hasta el modelo de vecindad. Trabajos, estudios y
quehaceres cotidianos los
embargaban. Los
primeros vestigios en el arduo caminar se empezaron a manifestar con
prontitud...
Él
esperaba, como sosegado y reposado, sentado en el sofá de dos plazas de una
pequeña sala cercana a la habitación de las niñas… Cuando abandonaban el baño,
- lo disfrutaban sólo ellas por cercanía a las alcobas donde dormían- con la
estrategia de un lince, intentaba captar alguna escena lujuriosa al
término. Otras veces, muy disimuladamente, penetraba en el interior
del cuarto de la hija mayor, aún con la puerta cerrada y sin preguntar,
fingiendo querer algo de su interior. Para su esposa nada era
extraño; nunca levantaría sospechas.
Era
casi el marido ideal y padre espléndido. Le consentía defectos ¡claro!, pero en
ningún momento se le revelaría la imaginación en algo así del Perfecto. Sabía
bien manejarla, a pesar del alto grado de inteligencia que nunca admitió de
ella, ni por supuesto le dejó mostrar. Él era el supremo, y su
hombría jamás se supeditaría a aprobar tales circunstancias o que le enseñara
lecciones magistrales: yo gran persona cultivada-tu analfabeta, yo persona
formada-tu trapo del suelo… Las hermanas callaban las injusticias, se mordían
los labios y a veces referían escrupulosamente en la intimidad los fenómenos
vividos. ¿Pero cómo demostrar al ser supremo que en sus
actuaciones existían una fragante porosidad de malas intenciones?...
En
contadas ocasiones las afectadas tratarían el tema abiertamente; ni
conspirándose en secreto. Quizás por miedo o por temor a enfrentarse a una
confusa interpretación. Algún clamor en momentos de rabia contenida, si que hubo. La
manipulación psicológica de una mente enfermiza, tejió semejante astucia, tal
delito a sus propias niñitas. Una emboscada muy bien confabulada.
La
vida transcurría con aparente normalidad. Chris se dirigía diariamente al
Instituto con la sensación de ser un árbol hueco. Luchaba entregadamente contra
las mermas que le sobrevinieron a su cuerpo sin previa interrogación. Vivir,
vivir que precio tan alto…
En
verano trabajaría en el negocio familiar, sucediéndose igualmente los
abusos. En cierta ocasión, y con un punto de galantería, para no
levantar sospecha alguna, se acercó por detrás de Chris, y con el pretexto de
ir a coger un accesorio de una vitrina cercana, colocó sus manos bajo sus
axilas con intención de apartarla delicadamente, como quién prepara una tarta y
la lleva a hornear. Al instante la adrenalina se le disparó alcanzando niveles
máximos. Notó sus dedos deslizantes atravesar la barrera del
erotismo. Experimentó fobia, fobia a lo que le rodeaba. Asco, asco a
su padre, a su suerte…, y como siempre un grillete con candado le oprimía la
garganta con una fuerza nunca conocida. Pero lo decidió. Ya no soportaba por
más tiempo la soledad. Tenía que hacer algo por ella misma, o la depresión iba
a ganarle la batalla. De todas formas, su actitud ante la vida, ante sus
padres… no podía perdurar en el tiempo. Así que rompió su rabia. Tenía que
buscar un aliado, apoyarse en alguien, y el mejor asociado, el compañero de
trabajo, su hermano mayor. Abandonó su facultad, sí; abandonó el domicilio
paterno, sí; pero las urgencias del amor le condujeron de nuevo al mismo
callejón sin salida.
Al
siguiente año del terrible suceso cuando las dificultades físicas y psíquicas
estaban latentes, la situación se vuelve contra ella, se agrava en detrimento
de su confianza. Su hermana tiene que emprender un viaje. Una competición de
Judo le espera. Por la corta edad de que dispone le acompaña su madre. Como
mínimo emplearían un par de días. ¡¡Todo el fin de semana las dos fuera de
casa!! –se lamentaba. A Chris le entristece enormemente la noticia. Llora y
sufre en silencio por ello. Su estado de ánimo empeora considerablemente, pero
todos le achacan la tristeza a causas derivadas a su proceso y al cambio de
humor experimentado. De nuevo aires cargados de miedo invaden su ente. Un eco
perseguía su mente “sola con él, sola con él… “.
Mientras
tanto, su progenitor paseaba la figura como buen padre. Entregado, sufrido y
bueno para su familia y cómo no, para su hija…
Esos
días se hicieron interminables. Tuvo que preparar comida para ambos. Compartir
escenario en zonas comunes y fingir que todo transcurría como si nada. Eso sí,
las conversaciones se tornaron exiguas, ocultando el horror; cada cual
efectuaba su vida. Ella se obligó a pasar muchas horas fuera de casa con idea
de permanecer menos tiempo en su compañía.
A
medida que las horas diurnas se apagaban, pareciera perseguirse enloquecidas,
temía que la velocidad se ralentizara durante la noche. Y la
oscuridad se dejó ver ¡qué paradoja!, dónde ir, qué hacer… de nuevo el miedo le
apresó. Preparó la cena como a él le gustaba y según instrucciones
expresas de su madre. Ella no tomó nada en esa ocasión, alegando
dolores estomacales, y por tal razón, se despidió de su padre antes de lo
normal, retirándose a su estancia. Una vez allí, imaginaba morirse,
caer desplomada y atravesar el túnel de la muerte- , el mismo que definen
algunos mortales haber sufrido en propia piel;
¡qué suerte la de ellos! –meditaba, y así no volvería a
sentir su cercanía nunca más...
Apenas si se introdujo entre las sábanas. Por cautela no se cambió
de ropa para dormir, porque entre otras cosas, no tenía ésa intención.
Imaginaba terrores dentro de ese cuadrilátero y debía permanecer en alerta.
Manejaba datos: la edad de él y la suya, la fortaleza de uno y otro, sopesaba
intereses si se descubriera algo… todo un laberinto angustioso. Apenas si logró
descansar. Optó por dejar la lamparilla encendida, aunque nada, excepto huir de
allí, le iba a despegar del miedo que le atenazaba como el frío de
enero. En cuanto se proyectó una tenue luz en el horizonte, se
levantó con total sigilo. Los ascensores del exterior comenzaban su tarea. ¡Por
fin, Gracias a Dios! –balbuceó… Creía haber concluido así su tortura.
Los
meses se agotaban caminando por la misma línea. La infanta poca
credibilidad desprendía, ya que todavía - y años después-, continuaba dando
muestras de sus deterioros involuntarios, tanto corporales como intelectuales.
Así pues, se afianzaba su teoría de… quién iba a creer su historia si
en algún momento su pecho reventara de debilidad.
Las
tribulaciones seguían sucediéndose como si de un perro encelado se
tratara. Acogiéndose a la teoría del estado de
la niña…, encubría su talante. En otra jornada coincidieron
padre e hija en el ascensor. Marcharían al comercio fotográfico. No tenía
escapatoria… El era el dueño y se dirigía a su negocio; ella estaba empleada en
el mismo lugar, y éste era su jefe. No tenía escapatoria… ¿Qué impedimento
aducir para no ir juntos…? Tragó saliva… Salieron de casa. Recorrieron
el pasillo hasta el elevador, uno paralelo a otro, como si de un escolta se
tratara. Ella paseaba un semblante triste y cabizbajo, ida y bloqueada. Deseaba
que la deglución fuera lo más rápida posible. Abrió la puerta de éste
precipitadamente, adentrándose, -imprimiendo fugacidad en sus movimientos- para
que en aquella calle sin nombre y sin salida, se produjera un milagro. Pero no
fue así. Detrás de Chris, su padre. Juntos emprenderían un viaje –como si de la
vuelta al mundo se tratara- de cuatro pisos. Colocó sus brazos expectantes a lo
largo del cuerpo, en actitud defensiva, cerrando los puños. Él quiso mantener
un breve diálogo, como para romper el hielo del momento. En mitad del trayecto,
le instaló una medio caricia sobre cara y hombros que le provocó temblor de
piernas y múltiples temores. Afortunadamente el recorrido finalizó antes de lo
esperado.
Aquel
curso, que apenas si logró palpar, finaliza con mucha pena y nada de gloria
académica. Quedan pocos meses, pero ya nada se pudo hacer. Los
profesores de Chris se reúnen con sus padres. De aquella tertulia
nada se supo con anterioridad, no hubo ni rastro de ella; ni día, ni hora… La
cuestión es que, indiscutiblemente ambas partes se encontraron. Tratarían el
tema de su incorporación al nuevo nivel, que después de vacaciones daría
comienzo. Todos conocían la realidad. Visiblemente hay una estrepitosa caída en
sus notas, al igual que un bajo rendimiento escolar. Tendría como cualquiera la
oportunidad de septiembre, pero el resto ya se podía
vislumbrar. Unánimemente se mostraban de acuerdo que no eran
suficientes los enormes esfuerzos e interés. Ella continuaba con la sensación
de imaginarse un alcornoque hueco y acolchado. Acariciaba el engaño
y lo palpaba ciegamente. Estaba al tanto de la magnitud del nivel exigido en
C.O.U. Le iba a suponer un esfuerzo sobrenatural y ahí le iría la vida… Pero
no, no quisieron cursar su matrícula. Otra vez, una llamada telefónica lo
explicaría más tarde… Así le rematarían para siempre su frágil razón de
perdurar en este mundo. Sus aspiraciones de ir a la facultad quedaron
descartadas para siempre.
Chris
cultivaba exhaustivamente el marcado respeto y una palpable distancia hacia su
padre. Trabajaba con la opinión de cuánto menos acercamiento, menos
oportunidades para las confrontaciones. No cruzaban muchas palabras. Él se
agarró a sus medicinas para intentar aliviar en lo posible sus males reumáticos
y ella se aislaba en sus cosas. Recuerda coincidir en la cocina. La
ya mujercita preparándose la cena, y él sus fármacos. Con percibir su cercanía,
una pelusilla comprometedora se le posaba en sus antebrazos. Las alarmas
estaban totalmente disparadas… Escapaba de allí y así luchaba en silencio
contra las adversidades.
El padre continúa con sus turnos en el
hospital. Combina periodos de actividad laboral con bajas por
enfermedad; sus huesos y articulaciones se suscribieron en una nueva fase
difícil de aliviar, cuanto menos, remediar.
Ella,
ya contaba casi veinte años. Después de atravesar esos ríos de amarguras,
indeseables y turbulentos, como la adolescencia misma-, conoció a un chico
que...
A
partir de aquí la vida le dibujó un paisaje diferente.
Llega una noticia. Su hermana anuncia el enlace con el
reciente profesor de magisterio y novio desde el Bachiller de ambos.
¡¡Fatalidad!!, ya serían solamente tres los ocupantes de la morada. Entre los
achaques y el declive físico producido por el abundante tratamiento - que
mejoraría cosas, lesionaría otras-, el gran jefe continuaba
dando sucesivas muestras de persona enferma … aunque su cariño
seguía escondiendo maldad. Chris había aprendido a trabajarse un escudo, una
defensa, llevando la ignorancia por bandera. Necesita ayuda y
ella lo reconoce, no puede caminar con su soledad a la espalda, porque le pesa
demasiado. Requiere atención psicológica. Busca a un profesional que le pueda
socorrer en tales momentos. Se entrevé depresiva, bueno muy depresiva, y al
borde del suicidio. Ya no puede fingir la normalidad de una adolescente
medianamente feliz; jamás se acoplaría a ningún canon. Pero lo cierto es que,
entre unas circunstancias y otras, no ansiaba permanecer así ni una décima de
segundo más. Antes se daría una oportunidad, aprovechando la marea
baja, que fue amainando en el tiempo. No ocurrió lo mismo con los deterioros de
su alma…
Hoy,
la Chris mamá, continúa con pesadillas que no se dejan dominar; ni puede dormir
sin una ráfaga de luz manifiesta, y en las noches sofocantes de verano, alguna
prenda le cubre disimuladamente el cuerpo perturbado por el miedo.
El
padre tiene que intervenirse quirúrgicamente, es irreversible la opción. En ése
verano se celebran mundiales de fútbol. El Centro Hospitalario está
próximo a casa. La aorta a su paso por la cavidad abdominal está dilatada, y le
puede estallar sin encontrar ninguna oposición. La operación tiene sus riesgos,
él los conocía, pero prefirió ocultarlos. Se mostraba de acuerdo que las
posibilidades de salir de aquélla eran diminutas, no apostaba nada. Su actitud
fue galante, como siempre. Escondió, como manera de proceder, el que suponía
ser el último adiós. Chris, el referido sábado de ingreso
hospitalario, pintaba un balcón. El reloj marcaba las seis de la
tarde. Los esposos, muy desposados, se dirigen al ascensor, el que
devolviera el ritmo cardíaco la noche fatal. Él efectúa una última parada en el
umbral de la puerta, la que fuera la última, y su consorte continuó sola…
Algunos días más tarde, en el lecho de muerte del Perfecto, cada
cual, al verse retratado con él, lo disfrazaría según la trayectoria
constatada. Unas veces la foto resultaría totalmente blanco y negro, otras en
color y en otras, personajes o situaciones totalmente aberrantes. Chris
repasaba los gestos de despedida del que fuera último hogar… “en el umbral de
la puerta, giró la cadera y proyectando una mirada generosa a su alrededor,
acompañándose por un lento recorrido de sus manos sobre el frontal de su camisa
-de hombros hasta la terminación con la parrilla costal- pronunció
con la mirada, el irrevocable para siempre adiós. “
En
aquel instante el parecido con su madre resultaba embarazoso diferenciar…
estaba allí con su hijo… Y la mamá Chris, a veces se sumerge en un delirio de
angustia. Llora por cada segundo mal respirado, lo querido, lo
odiado o sufrido.
La
intervención como tal, resultó exitosa, no tanto la evolución. Pasó
directamente a UCI –“Ha sido un poco complicado y lo hemos llevado allí para
que esté tranquilo, informó el cirujano”. Las cuarenta y ocho
horas posteriores resultarían cruciales. Fuera, los ánimos y la
entereza entraban ya a formar parte del pasado. En una patología
agresiva como era, con factores totalmente hostiles, y un interior muy azotado
y deteriorado, las complicaciones se recostarían a los pies de su cama. Se atrevería
incluso a realizar grandes progresos, que más tarde evolucionarían a la
superación. Eso le condujo a pactar con el respirador artificial, provocando
que sus agotados pulmones trabajaran progresivamente, necesitándolo sólo en
algunas horas del día. Y también, como entonces, la sombra de la
traqueotomía estaba muy presente. Dentro de la gravedad los partes se mostraban
con tono esperanzador. No obstante, y con la dureza que caracteriza a los
facultativos, avisaban:” …conllevaría una recuperación costosa y lenta, y
pueden quedar importantes lesiones físicas”. Los familiares ya pensaban en las
reformas en casa, adaptación en uno de los servicios… la silla de
ruedas era más que probable.
Desde esta especialidad médica, notifican el traslado
inminente a planta. Celebran la buena nueva, rebosando de júbilo.
Estamos
ya en Septiembre; día veinte y uno, viernes. Presagios otoñales; durante el
día, temperatura agradable. Apesadumbrada se mostraría la noche. Dos de la
madrugada. Suena el teléfono a horas impertinentes. Inevitablemente el
subconsciente de Chris se dispara al igual que los latidos de su corazón. Se
encontraba sola aquélla noche. Su madre hacía la primera guardia con el recién
trasladado. Una voz varonil desconocida, habla…:
-
¡Perdone!, llamamos del hospital. Un
momento, se pone su madre…
-
¡Chris, Chris, mira, que papá está
peor. Ven lo antes posible¡
Escalofríos
continuos abordan su cuerpo. Sólo le estorbaba la confusión para manejar a la
lucidez. Apresuradamente se cambia de ropa y abandona la casa sin ocultar una
visible alteración. Marcha a la cochera. Con torpeza y nerviosismo
sale al exterior. Una lluvia fina y persistente cubre la carrocería roja en
escaso tiempo. Llamada a la calma y a la prudencia en tales circunstancias.
…y
su padre yacía sobre la cama gris, desconectado de aparatos. Le aplicaban
infructuosas descargas eléctricas sobre su acabado corazón.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)