domingo, 22 de octubre de 2017




ENCUENTROS


 Armonioso final de nuestros chakras

 alineación marcada con hierro ardiente

intercalándose su auge entre sombras o

 soplos de luz, a ese ocaso pendiente.


La vida nos enseña a morir…

vaga por angustias propias y ajenas

pena entre abusos y agresiones  

 el olvido de fabricar alegría

o por enfermedades letales.


La vida nos enseña a vivir…

la surcamos y la guerreamos

hasta el desafiante hálito postrero

donde por fin el cuerpo se entrega

a la paz infinita del cuerpo entero.


Así mientras estemos dame …

cobijo en tu sombra

 paz cuando sonrías y,

calor con la mirada.



ESTRELLA  DE  ÁNGELES  BAMORE

miércoles, 18 de octubre de 2017

                                  

Resultados del III Concurso de microrrelatos "Sensaciones y Sentidos"

TODAS LAS PERSONAS DEL LISTADO APARECERÁN EN EL LIBRO CON SU NOMBRE, APELLIDOS Y OBRA.

LAS OBRAS ESTÁN ORDENADAS POR EL NOMBRE ESTRELLA   BAMORE


                          TENTACION    CONSUMADA     

Por su mirada hechicera, surgió en mí una inclinación desconocida revestida de un estímulo ardiente. Solía espiarle y era cuando comenzaba a humedecer mi braguita, alterando mi libido. En cierta ocasión le vi leyendo un libro. Sin pensarlo le abordé. Acercándome torpemente tomé su rostro, besándole en la boca, llevada por el instinto. Reconocí entonces la diversidad en la madre naturaleza… 

domingo, 15 de octubre de 2017

  

  QUIZÁS LO INTUÍA…


y recuerdo volver a atravesar el largo patio del Colegio no exenta de escepticismo y recelo, después del anterior encuentro con la única persona allí presente.  Días extremadamente fatigosos; agotamiento y cansancio en esas jornadas de trabajo.  Una señora bajita con aires presuntuosos, me ofreció la información necesaria que necesitaba para culminar mi fin. Utilicé con probada intención mi pie derecho, en primer lugar, al introducirme en las distintas estancias, hasta llegar a las dependencias de la Directora que casualmente ya tuve el gusto de conocer. Reconocía el camino, así que me dirigí en un único itinerario, sin titubeos, al igual que el tema a tratar. Unas mariposillas inquietas me acompañaron durante todo el trayecto, violentando mi interior.  Era consciente, sin lugar a dudas, de los desacuerdos con ésta en la primera entrevista, y también que la pondría en jaque nada más verme, restándome credibilidad. Tendría que ingeniar alguna argucia para favorecer mi imagen y de nuevo renovaría la petición, pese estar medio pactado con el “Supremo”. Por aquel entonces, mi marido no cesaba de castigarme por no tomar una decisión definitiva, a tiempo sobrado y de su pleno agrado ¡claro! sobre esta cuestión. De ahí la ambición que me impuse. Significaba una gran victoria agotar todas las vías posibles para lograr ubicar a mi hijo en el Centro. Matricularlo en el curso correspondiente a su edad –se trataba de enseñanza no obligatoria-, o por el contrario continuar su formación en la guardería un tiempo más, era la gran disputa entre ambos. Y marché al lugar idóneo, sólo que, con poco margen de tiempo. El vencimiento expiraba a finales de mes y unos días festivos locales volvieron a sentarme en el banquillo, no dejándome formalizar la inscripción el primer día hábil correspondiente…” Pues no, llega usted fuera de plazo –me expresó la cabeza visible con voz sobria y experimentada… éso ya depende Delegación… Los días restantes sucumbían al mismo paso que la eficacia ante mi cónyuge. El ingenio, por contra, me colocó la zancadilla y fui a caer a las mismas faldas de la Representación. Ciertamente esperaba un trato distinto de ésta señora, que no adoptó sutileza alguna en todo su argumento, al rechazar tajantemente mi petición. Esto provocó agotar la última posibilidad, antes que mi desesperación alcanzara niveles máximos. ¡Y tuve suerte!, la verbosidad que como un huracán deseaba exprimir de mis pensamientos, dio sus frutos. Hubo entendimiento colateral – sin necesidad de expresar en exceso mi situación límite- entre aquél señor delgado y chepudo, con tintes de preocupación… “No se preocupe – habló decididamente, daré notificación personal al Centro”. Y marché feliz por la victoria. No sólo por conseguir ubicar a mi peque en esas sublimes paredes, sino también por… por no volver a escuchar el repiqueteo inquisidor de mí marido…

                        Repaso con claridad algunas escenas mágicas de aquellos primeros días de acercamiento y coqueteo entre los destacados mini alumnos y profesora… Atareadísima. Entregada y volcada en tales horas tan decisivas. Mimando cada segundo. De ahí más tarde se extraerían los frutos… “Buenos días. Voy a estar con vuestros hijos los próximos años…”- nos dijo aquella profesora alta, con gran dinamismo y reposo asociados… Las pautas de trabajo serán…

            Un tiempo de felicidad afianzaría los fatales inicios, esculpiendo los tropezones, dotándolos de una elasticidad que el tiempo me permitiría moldear.  Después del calvario atravesado, esta educadora, de voz cálida y modales prudentes, supondría un reencuentro con la clandestina suerte. Mi ingenuidad y escasa experiencia, provocó que los malos momentos lo hiciese trasnochar, olvidándome de éstos por unas buenas horas. Algunos lunes de tutoría, me apoyaba inocentemente en ella. Medicinaba mis pulmones como si estuviera en un bosque de eucalipto. Esto provocaba deslizarme con otro talante durante la semana recién estrenada. 

            Años más tarde, concurrirían circunstancias parecidas con mi segundo hijo; mis pies nuevamente caminarían sobre ese mágico recinto. Entre unas cosas y otras, navegar desolada ante unas tumultuosas aguas – a veces salpicaban con dureza mi rostro- sería la nota imperiosa durante muchos años. Pareciera que la fiera suspirante al acecho de su presa, emprendiera un protocolo sin final. …y yo sin tener espíritu de lucha, lucha…

            Contraje matrimonio sin conocer realmente la profundidad de la hondonada, forma, tamaño… Mi ingenuidad, y quizá mi excesiva indulgencia ante lo que me rodeaba, hizo imaginarme saltar la valla de los desalientos como la ovejita que me bala en los dulces sueños. Pero en realidad, no era el ternerito lo que me acompañaba, sino una gran estampida de jabalíes buscando agua en las calurosas noches de verano. Pocas escenas de las fantaseadas se hicieron realidad desde entonces.   
                       Impensable que mi familia creciera a tal escala y que los agregados proliferaran como hongos… impensable que me vería involucrada en entredichos y embrollos propios de telenovelas sudamericanas. Involuntariamente me encontré perdida en el laberinto de una nueva vida.  Como el despertar de una inquieta siesta, el pluriempleo selló mis días; madre, ama de casa y secretaria–limpiadora colmaban las horas del día. Un recién estrenado embarazo me acompañaba muy de cerca. ¡¡Estupenda aquélla idea la de pertenecer miembro de su plantilla!!...  casi me cuesta sumergirme en otra gran depresión… si no llega a ser por el engendrado…  Y cuando una medicina, a veces de efectos tardos, llamada tiempo entró en escena, me permitió ver más allá de la realidad. Pero lo más importante, entendí y descifré otros procedimientos –incógnitos ¡claro! -  acerca de mi consorte... ¡todo un melodrama!
           
            Mi nueva situación también incluía ir un día a la semana de visita a casa de la familia de mi esposo. Allí se forjaron las historias menos creíbles y menos demostrables que te puedan referir… Por todo ello, tuve la enorme fortuna de aliarme con una virtud un poco distante hasta el momento, la paciencia. Tan bueno marchó, que casi diez años más tarde, ¡aún la practico! y no cesa de darme satisfacciones…


            Ignoraba quién maquinaba y envenenaba mis fines de semana hasta hacerlos aborrecer, pero, de nuevo colisioné con mi semblante, y cara a cara con la prudencia.  Mi dedo avizor no podía señalar a nadie. Dudaba como una veleta al viento incierto… Nadie, excepto los que se encargaban de la tramoya y yo, estábamos al tanto; mi compañero, inocente, cayó una vez más en la emboscada, y yo, en la oscuridad del silencio… La gran incógnita, de difícil recurso, se centraba en saber explicarle lo que venía ocurriendo desde mucho tiempo atrás. Ya barajaba que mis argumentos le iban a sonar a música fúnebre y los iba a rechazar rápidamente. Desde siempre estuvo fuertemente coaligado a ellos. La insólita en ese núcleo familiar era yo... eternamente me sentía como cuerpo extraño en sus organismos, que cuanto antes había que rechazar. Tenía perdida la partida antes de empezar, y mi relación con él iba a zozobrar como cáscara de nuez en el mar, y no estaba dispuesta a ello.
            Esta aventura se asemejaba a la de pretender escalar un iceberg en pleno invierno polar.  Así que guardé en secreto lo de los biberones, que en el día de visita aprovisionaba junto al resto de bártulos del pequeño y como arte de magia desaparecían. En el tiempo de permanencia, afortunadamente sólo era una toma la que correspondía. Opté calcular cuándo ofrecer la siguiente, siendo ya a la vuelta, en casa. Así que la correspondiente la preparaba antes de abandonar el domicilio, minimizando en lo posible los enseres que acarrear y los sobresaltos posteriores… Allí enjuagaba lo utilizado sin mucho formulismo; recogía y guardaba bien todo en una pequeña mochilita azul y roja.  Más tarde le dedicaría mayor esmero… Al salir de aquella jaula dominical, con solo sentir el golpe del viento fresco en la cara, ya estaba algo más liberada de la mordaza en la que se había convertido mi vida. Todos en el coche. De regreso, comenzaban a embargarme de ilusiones, almacenando palabras y articulándolas únicamente en momentos precisos... Y cuando no alcanzábamos más de un kilómetro recorrido sonaba el teléfono móvil de mi marido. La táctica se convirtió habitual…

-         ¡Hijo!, -anunciaba su madre en tono de extrañeza y preocupación…-¡mira, que os habéis dejado el biberón aquí… ¡

¿Quién sabe?... Todo era posible…Estaba segura de haberlo guardado, pero…
La estrategia se fue repitiendo casi cada domingo, a la salida, después de no recorridos más de mil metros… Melodía familiar del celular…

-         ¡…y os habéis olvidado el platito de…  - informaba en otra ocasión -
Inicialmente, todo pudiera haber tomado cuerpo y forma lógica… Con las prisas…  pese tenerlo todo bien guardado…   una distracción… Esta malicia se fue repitiendo con una frecuencia inusual y sin que ninguno de los presentes levantara una mínima sospecha... nada, nada. Yo ya estaba empezando a cansarme del jueguecito, suspiraba profundamente y me lamentaba de la situación.  En la intimidad, a veces buscaba refugio en la mía, porque mi coraje permanecía secuestrado y la garganta seca, debido a la incansable mudez.
       Mi valor ante estas agresiones se había esfumado con mi alegría, y la confianza con mi pareja quedaba más lejana…
¡Es una travesura genial! –pensaría quién estuviera detrás de todo. La gran diferencia es que aquella morada de fin de semana, donde únicamente existían preguntas y ninguna respuesta, sólo la habitaban personas adultas, y la presencia a infante únicamente la desprendía mi hijo de muy poco tiempo de edad. Era algo más que una chiquillada. Y probaron también con pañales…, con el vaso del zumo…, y a no más de mil metros recorridos…la musiquita del teléfono quebraba la recién estrenada serenidad.  Y yo siempre destacaba como una madre despistada y olvidadiza. Lo peor de todo - quizás por cobardía-  fue, que nunca perturbé la tranquilidad de mi pareja, que llevaba en sus espaldas todo un historial familiar desde la infancia. Tanto lo quise proteger, que mi decencia se quedó al descubierto, confiando en una pronta solución, sin necesidad de llevar el contexto más allá… Descuidé, por apatía principalmente, mi actitud y talante. Quién fuera estaba venciendo con mucho acierto y con mucha agudeza. Mi situación se asemejaba al estanque, inmóvil pero sigiloso. Así mes tras mes, en la antesala de una oportunidad…
            Uno de esos días… Una de esas tardes con tintes complicados se avecinaba. Aunque el festival se difundía habitual y la tónica de rutina… Acomodados en el salón, frente a la puerta abierta de par en par, finalmente pude enhebrar todas las pesquisas que minuciosamente había atesorado…
Sus dos hermanos abandonan la estancia que compartíamos. Deambularon por el resto de la casa unos instantes. Coincidieron de nuevo un escaso tiempo, pero esta vez en el pequeño recibidor. Entrecruzaron un breve diálogo. Las palabras sobraban. Lo verdaderamente importante se centraba en que la maniobra volviera a ensuciar lo que restaba de visita y que la nueva artimaña arrojara sus frutos. Abrieron la puerta de salida, ocupando el rellano del exterior, junto a las escaleras comunes del edificio. Ella permaneció unos segundos más donde inicialmente quedaron citados. Y por fortuna, mi arrinconada suerte despertó de su letargo, encargándose de demostrar al acoso que estuve sometida…
Recorrió los pocos más de tres metros que la separaban de su cuarto hasta desembocar allí. En el trayecto portaba oculto entre sus ropas el abriguito de mi pequeño, que anteriormente colgué en el perchero. Como un ladrón sin escuela, con la cabeza y mirada perdidas, se adentró en sus dependencias. Regresó a los pocos minutos, - lo suficiente para situar la prenda en algún lugar inocentemente visible-. Fuera, su cómplice perfectamente identificado, le aguardaba. Yo no malgastaba mis sentidos en otros detalles que no fueran los de semejante espectáculo. Y por el contrario a lo que pareciera, sí daba crédito a lo que estaba sucediendo. Con estos datos, le ofrecería a mi marido todo un informe, demostrable -como a él siempre lo ha querido- de los hechos. No comuniqué de inmediato ningún pormenor de lo acaecido en la habitación contigua. Todavía no. Preferí callar y continuar con aquel cine mudo.
             Llegó la visita a su conclusión… Me adelanté al perchero en busca de las ropitas. Constaté que faltaba una. Así que, con todos los datos recogidos y con la lección repasada, avancé hasta el centro del pasillo. Enfrente a la puerta que me cubriría de liberación, transparente como el color de la sinceridad.
Con voz templada, empapada en aires de grandeza le dije…” Di a tu hermana que traiga de dentro –señalando a sus dependencias- el abrigo del niño…”. Él sin manifestar ninguna indicación, sin mediar palabra, acompañando su rostro con infinitas interrogaciones, se dirigió firmemente hacia ella… “¡Dame la chaqueta de Jose Fco!!”.  Sin más dilaciones, marchó dónde la pusiera, entregándosela a su vuelta… No hubo más por parte de nosotros dos, tan sólo un regusto agridulce rondando mis labios abrumados… ¡hasta cuándo!...

            La montaña rusa de la vida continuó con su dibujo más o menos accidentado, donde las sonrisas y las lágrimas fluctuaban paralelamente. Por deseo personal fui en busca de otro hijo, aunque el trayecto no resultara un camino fácil. No cejé en mi propuesta. Los argumentos no residían en mi persona, sino eran unas convicciones previstas para mi hijito. Yo ya conocía la maternidad y el dolor, las sinrazones y eventualidades. Pese a todo decidí que era el momento, antes de que otras circunstancias amañaran mi voluntad. La petición se la efectué a mi pareja en varias ocasiones. No hablaba mi boca, sino mi corazón. Mi amor propio, que en contadas ocasiones he verificado su existencia- quedó convencido, conforme, después de desear implantar en tantas ocasiones la demanda. El cariño de una madre hacia un retoño se instala desde el momento del engendro, y mi obsesión ahora se centraba en asignarle compañía, un refuerzo emocional previsto para el día que… Mi marido, por el contrario, simpatizaba con un talante diferente, pero esa tenacidad que empleé, se culminó con la gloria.
            Las situaciones hostiles y desconocidas se agolparon a mi alrededor como muchedumbre al estreno de una película. Nunca piensas que vas a ser la seleccionada, pero el destino sin preguntar, se apodera de tu mano como  si te apresaran los rápidos embravecidos de un río.  Y yo desde siempre viajando subida en una nube, ignorando la realidad de la faz de la Tierra… A partir de este momento, asumí el rebuscar otras verdades que el corazón oculta o enmascara…pero sin espíritu de lucha, lucha.

            Mi segunda descendencia es firme.  Sin esperarlo, retomé el imprevisto de años atrás… 
Acabado el tiempo de gloria en su Escuela, comenzaría a peregrinar en busca de otro buen colegio para la nueva etapa que se avecinaba. Ni resultó tarea fácil, ni las opciones figuraban en ningún manual informativo. Acordé su matrícula en uno cercano de casa. Resultados funestos provocaron un nuevo replanteamiento de escolarización… No podía permitir que los esfuerzos y la dedicación recibida en su Cole de Infantil quedaran disueltos cual comprimidos efervescentes en medio líquido. Consideraba mi ente timado con la propaganda que me ofrecían, estaba disfrazado, no tenía ningún parecido al oro… ni que yo fuera una de aquéllas, ¡menuda humillación…! Y antes de Navidad, después de unos ciclos transcurridos, nuevamente me aproximé al órgano competente. El recorrido lo diseñé a espaldas de mi consorte en espera de una clemente segunda parte. Así pretendía demostrarle, en caso de obtener buenos resultados, aspectos importantes de mi desheredada persona y conseguir ejecutar las tareas correspondientes, sin presiones añadidas.

            Mientras tanto, el pequeño ya no lo era tanto, y concluye su etapa de guardería. Yo tenía muy claro dónde continuaría después… pero, a veces no se consigue, por más que intentes modificar la realidad. Y para hacer honra a mi especie y prorrogar la dudosa valía de algunas personas, pensé que podría olvidar lo acontecido e intentarlo de nuevo en el Cole de primaria, donde su hermano…
Sinceramente, no todo fallaba en aquel recinto dónde años antes J.Fran con su presencia ayudara  a ponerlo en marcha el día de la inauguración… ” la chiquillada inundando pasillos y patios, gente de a pie que contribuía con su presencia a llenar la curiosidad de  éstos… marionetas, pinturillas y personajes sobre zancos hacían de ésa mañana sencilla, un día para recordar. Aquella escuela, que en nada se parecía a la primitiva, la reemplazaba su amplitud, la tecnología, dotación de material… perfectas paredes albinas así lo susurraban…  las resbaladizas baldosas a la suela del zapato, el acceso a la planta de arriba…” , pero a mí me faltaba mi Ermita…                                          
            En poco tiempo, se me terminó de derrumbar los frágiles cimientos de ése proyecto tímidamente hilvanado, exento de materiales sólidos y convencimiento incierto. Una idea fugaz colapsó mis pensamientos, ¡huir! .  El profesorado no era el de mi locura, la directiva y yo, extremos opuestos, y sus pilares estorbaban porque restaban la visión al entorno… La Seño Elvira, en general, buena docente, voluntariosa y contemporánea contribuyó a licuar el mal trago, a que la bocanada de ése fuerte licor tuviese efectos más sedantes.  Pretendí volver atrás y empezar desde el principio, aunque esa mañana casi invernal, estaba custodiaba por la espera…  los destrozos de mi interior los recogía muy despacito, sin provocar ruido, y esta vez sin lágrimas en los ojos.
            No lo recapacité más tiempo. Debía ir. Tenía que intentarlo.  Cargué mis pulmones de aire y suspiré un largo tiempo, meditando y coordinando los movimientos…
             Allí perseveraba, sólido e intacto a primera vista, igual que lo dejé. Mis bolsillos portaban mucha inquietud y desorden. Nuevamente conducía mis esperanzas a ése primer patio, escondido de los peligros del mundo exterior, donde la inocencia se concentraba como fruta en un tarro de mermelada. Presentía la adrenalina disparada, casi incontrolable. El bullicio del recreo en el de los más pequeños afianzaba y robustecían sus tapias. Entonces recobré mi paz interior, percibiendo cómo la tensión se esfumaba por la punta de los dedos de mis manos. Con algo de incertidumbre atravesé la puerta acristalada. Avancé en busca de las escaleras que me llevarían al piso de arriba. Respiraba con tal ímpetu, como si se tratara de la primera vez. Y por arte de magia, salió a mi encuentro la Seño de mi primer hijo. Sin saber por qué al verla empecé a desinflarme, sabiendo que la posibilidad de encontrarme con ella iba a resultar factible. Mi corazón se disparó anacrónicamente; controlar emociones con personas incluidas en alguna faceta de mi vida es un verdadero caos.  No sabía cómo empezar… otra vez yo allí. Me acerqué ¡claro!, y muy escuetamente le solté el motivo de mi presencia. Mi voz era tenue, sombra de la tristeza que desprendía.  Al concluir la breve exposición, con su mirada fija en mí, respondió pausadamente…:”¡Sube y habla con Piedad…!”  ¿Cómo?, ¿ha dicho Piedad? –pensé ¿Piedad?... No recuerdo expresar nada más,
¡bueno! le di las gracias. Era feliz. Me encontré con la Seño, y la directora actual ya no era la misma… ¡Piedad, ha dicho Piedad!...
            La preferencia de aquella visita esfumó en segundos. Todas las incomodidades desaparecieron en un santiamén. Y simultáneamente con cada peldaño que dejaba atrás meditaba, Piedad ha dicho Piedad… Allí dentro del despacho se encontraba… De pie, envuelta en papeles, ejecutando su trabajo. Al golpeo de la puerta anunciando mi presencia, fijó su mirada en quién irrumpía en la habitación.  Me reconoció al instante. No hicieron falta demasiadas prerrogativas para suscitar una conversación relajada y afable…¡bien me hacía falta!. Tan sólo y en con idea de romper el hielo, antepuse la sugerencia de la Seño de Jose Fco. y la propuesta de intercambiar impresiones.
             Con un gesto de su mano me invitó a tomar asiento. Dos sillas rodeaban su flamante escritorio. Tratamos el tema desde el inicio, sin tapujos, sin adornar en exceso mi capricho. No aducía ser únicamente un antojo, alegaba perseguir una mejor formación. La directiva allí existente, desplegaba principios y disciplinas lejanas de este Centro…  Reconocía mi estrepitoso error. Aquél no era mi sitio. Debía intentarlo…
            Sin dilaciones, palabras concisas me condujeron a una realidad innegable. Me entregó datos del número de alumnos, aulas, masificación… rebuscó vocablos para que tal exclusión conservara el sentido lógico… acomodó su dicción ofreciendo lo mejor de su persona para no herir la mía. No manejaba muchas reseñas de ella, pero su diálogo desprendía una seguridad que me atraía. No obstante, su conclusión provocó que me sumergiera en un pésimo escenario, el cual tragué   como cucharada de quina. Por último, terminó con el esplendor de banderillear la faena invitándome para el siguiente curso, donde las posibilidades residirían en la otra cara de la moneda.
            Abandoné la estancia exhalando un aire secuestrado, que mantuve sobrecogido en mi pecho desde hacía ya bastantes horas. En realidad, me marchaba muy feliz, pese a no tener el traslado inminente. Los datos consignados eran más que suficientes para prolongar metódicamente la espera.  Y una vez más, anduve reflexionando sobre ese rechazo con el mundo que convivo.  Encontré alivio a mis escoceduras en tal encuentro. Como hierro candente en agua, me rendí ante sus palabras y su condición de persona. Asumió con enorme gentileza el compromiso de comunicarse conmigo para ofrecerme nuevos datos si los hubiere, y lo cumplió.  En mis alucinaciones, siempre me imaginaba embarcada en una canoa por la misma orilla del río Mississippi, con desniveles y rápidos, hasta que pude vislumbrar la existencia del otro margen, más parejo y exento de turbulencias…
            Los meses transcurrían con la misma tónica discordante. Al mal funcionamiento del Centro, se le agregó un nuevo profesional que hacía más inquieta y reafirmante la espera, el Orientador. ¡Bendito sea, cuándo concluirá esta fábula! Nuevo tropezón… Era concluyente e inequívoca la opinión conformada…
Último trimestre. Concluye el curso. Un polémico artículo en la publicación de una revista interna, confeccionada enteramente por integrantes del Ampa, enturbian aún más las relaciones con la alta esfera. Nunca formó parte de mí, actuar ofensivamente con ningún mortal de la Tierra, y aún menos a través de algún medio que no fuera el coloquio, aunque lo importante para algunos lo fundamentara en buscarle los tres pies al gato, y si se empeñan…
            Lo pragmático de la recta final, lo que realmente conservé, fue la despedida entregada, parca de vocablos, y sincera, de su educadora… quedé plenamente abrumada.
            Ya formalicé la documentación necesaria para que mi hijo formara parte de las filas del E.E.I. LA ERMITA, así pues, mi interior desprendía serenidad, la cual celebré con unas salidas en bici. No sólo por dejar entre renglones las sucesivas tribulaciones y despotismos concentrados en pequeñas entregas, sino por alcanzar la meta laureada. Justo el día que solicité la renuncia de la plaza y con objeto de que el traslado se pudiera hacer efectivo, me dirigí con cautela a la secretaria. Indudablemente me esperaba:    “…sí ya sé que no sigues con nosotros  – me respondió con un regusto ácido encubriendo las palabras- … han solicitado el expediente del otro Centro…”. Y prosiguió, despachando con su jerga vulgar e impropia del cargo que representaba   “…me quitaste a uno y ahora me quitas al otro…”. Yo, no tenía nada que expresar.  Paralelamente, mis labios huraños y exentos de voz mascullaban, no sólo cometí el error con el primero, sino que lo renuevo con el segundo…
            …quizás lo intuía. Un nombre rondaba mi imaginación, una profesora tentaba mis invenciones, pero no acariciaba el capricho… La desilusión me había apresado y aunque me supe liberar de gran parte de su veneno, aún quedaban fantasías encadenadas. No obstante, admitía soberanamente, estar cortejada por un recelo para acabar de una detonación con las fantasías. El dudoso comportamiento de mi pequeño con su ya antigua docente de infantil, significaba un superávit a tener en cuenta. Vacilaba y me entristecía por su futura heredera…
             Visité nuevamente a la Directora. No cambió nada en ella. Mismo talante, mismas formas, pensamientos invariables… ¡eso me deleitaba!...
            La Seño Ana por fin, era la candidata ideal ante semejante cábala. No poseía muchas referencias. Pero ya desde las primeras veces allí, atesoraba un pensamiento íntimo y secreto, el cual refloté para mi propia satisfacción: ”La Seño Ana… la Seño Ana posee tras de sí una estela atrayente como un imán… su imagen atrapa como las ondas expansivas que desprende un proyectil…” ¡y  eso me deleitaba!...
                        Comencé la escalada por un terreno que, aunque resultaba conocido, asustaba. La subida no llegó a ser gravosa, ya que la ruta trazada reposaba en el interior de una sábana de satén. El trazado era el descrito, siendo la fluidez la nota dominante. Pese a la suavidad del descenso, a veces, le tendría que robar al aire parte de su frescura para poder continuar respirando. ¡Cuánto calor humano en sus manos, cuánta ternura en su mirada, cuánto corazón en su corazón…¡“…y ¡ay!, aunque a veces  me canso, es esto lo que me gusta…”  - exclamaba con la razón ensortijándole los dedos… merodeando mis sentidos …
            …y la dosis de ráfagas de luz que sus ojos desprendían, son las mismas que me ayudaban a reforzar la semilla que depositamos en nuestra anterior etapa.  Ella continúa ofreciendo su buen magisterio, y yo, sigo a mi maestra de la única forma que sé.
             Con el paso de los días, lo importante es tratar de seducir una magia especial para conquistar las curvitas de su corazón, con objeto de bajar la temperatura a mis neuronas humeantes... queriendo dar lo que un día no di, rompiendo un llanto apretado… como si el mismísimo Papa de Roma descansara sus dedos ungidos en una espiritualidad mística sobre mi cabeza… Después de cada jornada al recogerle a mi hijito bajo su educación y custodia, es de expresa resolución rozar su halo, apreciar su sonrisa y ofrecerle mi gratitud y adiós por esas horas dedicadas, y enriquecidas de vida. Me cuesta obviar. Si no es así, es como si para algunos el primer plato en un almuerzo no fuera de cuchara, se oye misa y no se comulga o… En eso se me pierden los días, los que se van y no vuelven.
     
            Las vacaciones de verano ya están aquí. Cuento los días que faltan para la llegada del próximo curso. ¡A buen seguro que no todos pensaran lo mismo! Un tiempo antes, ya me apretaba la garganta la llegada de junio. Y no solo me arrolló ese mes, también lo hizo el calor, la enfermedad y otra enfermedad de dudoso alivio, las malas vivencias, la soledad... Incierto infierno este paraíso de soledad…
             Me despido de la Seño Ana. Mis extremidades apuntan en otra dirección con forme avanzaban en su trayecto, pero desemboqué sin indulgencia al mismo pozo sin salida. Envuelta en una nostalgia confusa, me pareció entenderle algo así como pasar a mi pequeño de curso por tener superados los objetivos de ése nivel, o algo semejante… No presté demasiada atención a sus palabras. Presumía que la corriente me arrastraba aún con más fuerza hacia el mismo lugar. Cómo despojar a mi hijo de su Seño, de sus amiguitos y de lo mucho que le quedaba aprender … no podía ser juez de ese dictamen, su sitio estaba allí.
En este breve tiempo un conocido recelo, experimentado otras veces, me recorrió el cuerpo longitudinalmente.  Aunque su velocidad se asemejaba a la propagación del rayo, no obstante, la escueta petición entumeció todos los músculos de mi frágil persona. Incontroladamente mi corazón lo sentía disparado…¡no, no, su Seño…!.
            Apuro más los meses. Mi espíritu se siente debilitado. Se oscurece el cielo. Su tonalidad gris persiste, y aunque me invita a la relajación, sufro hasta poder canalizar el lado más sombrío. Este extremo se presenta con excesiva masa opaca.   A veces intento prolongar los minutos, trazar una línea más corta entre la realidad y yo, pero continúo mendigando y sigo topándome con esta soledad que intento aliviar.


Se que soy gota de agua en este desierto,
flor apagada en el edén,
el instrumento destemplado del concierto...
pero sigo arrestada en tu andén.

...mi alma quebraría si rebrotara el crepúsculo
   
           
                         MIEDO

          Cómo pudo permanecer sumergida en una desgracia tan delicada, tanto tiempo, con tanto dolor y tanta sinrazón acumulada… ni ella misma alcanzaba entenderlo. Su coraje no sabía expresar, ni aún rebuscando en su cordura algún medio para inventarlo, porque de antemano, el fuego de la incredulidad devoraba sus palabras.
                    El primer peldaño nunca se atrevió a subirlo, estaba atenazada por el miedo. Era como si marchara en todo momento en sentido opuesto a la dirección que marcaba el resto del mundo. ¿Quién iba a creer semejante locura?... el último rendirse, aunque sin dar oportunidades a la defensa que siempre la mantuvo en guardia y alerta, aunque con la incertidumbre y el terror pisándole los talones.
                    Le sobrevino una fuerte depresión psíquica.  Aprendió a convivir con ella, llevándola en la proa del barco, pero lo más oculta que se puede transportar una “carga” que por nada deseas que la descubran.  El vocabulario quedaría desierto si tuviese que explicar el contenido exacto de los hechos, desierto en términos lógicos dentro de una familia aparentemente normal.
                  Se acogió a lo poco que disponía. Sus solitarias salidas junto a su cámara fotográfica fueron eternas compañeras. De hecho, trabajaba en este sector, por lo que estaba algo más estimulada. Recorría puntos importantes y concurridos de la ciudad, donde la población albergada fuera lo más abundante y homogénea. Siempre le acompañaba un cierto temor, recelo permanente que recorría su cuerpo de pies a cabeza… Pese a todo, se creía inmersa en la mejor y esplendorosa etapa vivida hasta ese momento. La música, la música de grupos o solistas, nacionales o extranjeros, los libros… evitaron un declive de su persona más agudo. Sus catorce años en el centro de su diana…
                                    Y sucedió. Las posibilidades no eran remotas ni casuales. Su corta edad, en pleno tránsito hacia el mundo adulto quedó machacado, pulverizado y el resto, en compleja definición. Él posiblemente era una de las personas que mejor la conocía, y actuó bajo ese decreto. Por eso, espectaculares turbulencias azotaron los siguientes años de su vida, con múltiples obstáculos que salvar e ingratas vivencias, salpicando desde su breve existencia.

                  …Pocas semanas empezado El Bachiller superior una compañera de clase la invitó a ella y a conocidos, al bautizo de un familiar. Ceremonia y refrigerio se ofrecería en una población cercana. Unos cuarenta kilómetros distaban de la ciudad… Tras la desgracia, el arrepentimiento e intransigentes culpas salpicaban a discreción como el agua de una cascada. Ella, Chris, estaba indecisa hasta el último momento y finalmente aceptó por no desagradar a nadie. Lo cierto es que aquel sábado rondaba algo más que el acontecimiento esperado.

 Nani su amiga era la más pequeña de aquella familia, una chica “mona” y mimada. Así que no encontró dificultad, una vez más, para ejecutar ese nuevo proyecto. Nada de esto recordaba Chris. Vagamente y muchos años más tarde -duplicando los que poseía en la actualidad-, como en un día de espesa niebla, le brotaban imágenes y vivencias abrazadas a sus recuerdos.
Aún hoy sigue retorciéndose de dolor, a veces más que entonces, puesto que el sentimiento de culpabilidad le sigue arrollando incontroladamente como ola    que rompe en la orilla. Después de todo lo pasado, ¿culpabilidad porqué?... Porque no pudo hablar con claridad, porque no se desató en grito su llanto interior, porque su niñez aún era más fuerte que los acontecimientos…                          
                       Cuatro de la tarde. El hermano mayor de Chris, Juan, sale de casa como todos los sábados, en esta ocasión acompañado. Lleva un tiempo de flirteo con Nani. Gregorio, el amigo inseparable de Juan, ha puesto a punto el coche donde iban a realizar dicho trayecto. En el otro extremo de la ciudad y casi a la misma hora dos chicas terminan de acicalarse y ultiman. Pronto pasaran a buscarlas. Los cinco iban a iniciar un viaje que de seguro iba a resultar “inolvidable” …
…la música del grupo musical Los Chichos amenizaba el trayecto, las risas y el ambiente juvenil del interior de aquel automóvil.  Con toda esta atmósfera llegan a destino, Illora.  Puntuales se congregaron en la plaza de la Iglesia. En breves momentos comenzaría la ceremonia.  Al término de ésta, se ofrecería un ágape a los asistentes. Familiares y amigos se trasladan a una pertenencia casi olvidada de los Duques de Wellington. Estos mantienen el recinto como una hacienda más, visitándola en contadas ocasiones. El recinto se mantenía en muy buen estado; los caseros –y a la vez familiares de Nani- se encargan de ello y aquella era una buena ocasión para demostrarlo.  Ajetreo, devenir de gente azota ese día el caserón.                                                                                     
                                                                                                                                   
                 Los canapés, la cerveza y demás viandas están continuamente viajando a esas mesas rústicamente preparadas. No se escatima nada en tal fecha esperada. Conversaciones, bullicio y humo embriagan la estancia. Melodías suaves, cargan el ambiente…el aire empalaga y la intensidad etílica sube como la oscuridad, que ya venció al día.  Lo sensato en tales circunstancias hubiera sido darle una tregua al reloj, negociar con éste una espera razonable y apelar a la cordura. Tomarse unos cafés bien cargados, dormitar un par de horas y reanudar la marcha un tiempo después…  empezar la semana atiborrados de sueño y cansancio, cabeceando en clase, no hubiera sido tan mal idea…Se escogió otra opción y, a lo hecho… Tras las despedidas, de nuevo los cinco en el coche. El dueño del vehículo se arma de valor. Pese a la visible borrachera del capitán y con escepticismo, se dirigen al punto de salida con ilusión porque todo llegue a su fin… En breve y a no demasiados kilómetros recorridos, sorteando las dificultades como mejor le permiten su estado, ya no aguanta mucho más…: “Llévalo tú compae, que tu parece estás mejor que yo” –le repetía insistentemente a Juan.
-       ” Que no; mira como estoy tío…”-  respondía con ánimo derrotado.
Los plazos se agotan y los excesos ahora mostraban su cara más amarga. El volante de ése mil quinientos verdes sigue bajo las órdenes de su propietario. Finalmente emprenden el camino de regreso. La conducción se hace difícil.
- ¡Ten cuidado compae!-  exhortaba con desconsuelo Juan desde el asiento trasero. Chris, en la parte delantera acompañaba a Gregorio.  Desde ese sitio tan predilecto, y con su timidez, solo observaba y se dejaba llevar por los acontecimientos. Recuerda tener miedo… Recuerda sentirse centro de una diana en todo momento.
      
Con extrema rapidez la noche cálida se torna helada. Los presagios dejan de serlo para iniciar el calvario de la evidencia. Los automóviles que marchan en sentido contrario molestan en exceso la visión de Gregorio y en su situación…
-Oh! tío que no puedo seguir, que yo no puedo…-exclamaba con tristeza
Los parpadeos en sus ojos son continuos. El nerviosismo reina en el interior. Un único deseo es unánime en los corazones de los cinco; sólo ambicionan llegar al destino cuanto antes. Con extrema rapidez, su antebrazo cubre la parte superior del rostro. Esquiva una ráfaga de luz que ametralla con crueldad su pésima capacidad visual. El coche inicia una maniobra forzada, esquivando la sombra de la desgracia. Los intentos por mantener la dirección en línea recta son inútiles… tan insuficientes como las de un borracho.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                          
         Las alarmas y los gritos de terror quebrantan nuevamente la noche. La oscuridad se hace única dueña de lamentaciones y llantos. El SEAT mil quinientos de aspecto robusto, voltea en varias ocasiones. Coge prestadas las vías del tren para efectuar su última parada. Juan salió despedido hacia el parabrisas rompiéndolo con la ayuda del brazo y la cabeza. Chris atraviesa sin dificultad el cañón de terror. Aún tiene el destino, o el ángel de la guarda de cada uno, o… clemencia con los restantes pasajeros que los dejan prácticamente intactos... Ya sólo persisten nervios, lágrimas y gritos desgarrados inundando el oscuro barranco.

¡Chris! –claman algunos alocados, ¡Chrisssss!... ¡Chrisssss!

       La sirena y su inseparable luz giratoria devoraban el aire vociferando enloquecido el peligro. Al puzzle le quedaba una pieza por encajar, aunque ésta nunca la ajustaría por más que lo intentara… “¿Por qué continuó con vida? ¿Por qué no terminó todo en aquél lugar cuándo tuvo la ocasión en sus manos?” ... Se preguntaba Chris en numerosas y turbulentas ocasiones de su existencia.
La celeridad en el traslado y el alto grado de preparación médica resultó clave en las primeras horas, primeros días y en las primeras semanas de su nueva vida.  Durante mucho tiempo se tejieron las horas más indeseables para unos seres humanos racionales. Todos sufrieron con la crónica. En el instituto donde Chris estudiaba, en casa, la vecindad……
            
       Una llamada de teléfono a horas ya inquietantes para la familia, no puede augurar nada bueno, y ésa no iba a significar menos. Alerta en el domicilio de los hermanos. Algo extraño sucede.  Los presentes caen rendidos. Sus fuerzas, su calma y lucidez se abaten derrotadas ante la noticia. Aquella tarde, ya noche, de domingo otoñal las hojas de los árboles se desprendían de sus ramas como si salpicaran lágrimas, lágrimas de absoluta desesperación.
         A la adolescente la trasladaron directamente a Vigilancia Intensiva, su estado remitía… ¡MUERTE! sin más. El estado etílico de todos, expresaba lo acontecido sin articular palabra. Trataron las heridas a Juan en su antebrazo, inmovilizándolo con un yeso y varios puntos de sutura en la ceja sangrante. El resto de la noche se quedaría en observación.  Su garganta solo expresaría llanto y desesperación. El resto de los pasajeros pudo relatar con más exactitud las primeras impresiones.
Todos sufrieron con la gravísima crónica coloreada de un amenazante tono rojizo. 

        Los días seguían sin demasiados cambios.  La gravedad persistía y la esperanza de vida se agotaba como el ocaso del día. El padre de ellos casualmente, trabajaba en dicho hospital. A la vuelta de la jornada laboral, la familia aguardaba consoladoras informaciones de otra índole a las del día anterior, que permitiesen soñar. Pero no, la locución poca variación experimentaba: “Continúa dentro de la gravedad” –aunque realmente quería expresar “Permanece el riesgo de muerte”.
Él por puesto de trabajo que desempeñaba estaba informado de todo cuanto acontecía. En los descansos su única preocupación se centraba en visitar a la pequeña, saber si experimentaba algún cambio. Cada detalle lo engullían sus sentidos como si se tratara de un remolino; alguno de estos lo interpretó erróneamente…
Sus pupilas y sus silenciosos despertares más tarde se pronunciaron, no lo pudo disimular más tiempo. Exteriorizó aspectos adormecidos en su conciencia. La niña adolescente resultó ser la víctima más inocente de cuanto sucedía en todos los aspectos. El resto de su existencia brillaría como un ser desconcertado, falseado…
El estado de extrema gravedad iba retrocediendo lentamente; jugó un papel vital la escasa edad de la infanta. Con irónica amargura y muy lejos de superar los traumas vividos, más tarde ella lo admitiría… “Ya que estaba a un paso…”
El pico del gráfico descendió hasta el indicativo “Evoluciona dentro de la gravedad…” Todo acaecía entre sondas, monitores y pegajosos guantes de látex que con el tiempo apartaría para siempre de su vida; jamás cubrirían sus manos.   
Envuelta entre sedación y sedación, destellantes flashes de su inquietante estado irrumpían en su delicada resistencia. A partir de aquí los avances eran insignificantes, aunque constantes, alejándose el fallecimiento inmediato. Su cuadro clínico estuvo agravado por una crisis nerviosa que no le permitía estar relajada, el estado de excitación era bien visible. En la medida de lo posible, aquella vida monitorizada quedó encadenada a un fuerte estado de sedación. La traqueotomía acechaba su garganta. Tan sólo le acompañaba en esas horas con forma de espirar, la juventud… el lecho vidriado, parecía un escaparate en ofertas, que más de uno se acercaba a mirar libidinosamente...
 De esta forma aplazó el último juicio que jamás apeló a la cordura. La guadaña que con paciencia velaba junto a su almohada, viajó hacia otra más convincente.
                 
      Se sucedieron las jornadas y el cambio de escenario era ya una realidad. El traslado a otro lugar menos especializado era inminente. Atrás quedarían los ventanales de la desvergüenza, gomas y ensordecedores timbres luminosos. Para el resto, la espera resultó un alivio gratificante, o muy gratificante… Para ella, y sin tener constancia de lo que le rodeaba, otro mundo empezaría a vivir con el peso de la adolescencia en su cuerpecito.  El tiempo de recuperación no se podía evaluar con exactitud dada la magnitud del traúma. Se ayudó de la fisioterapia, terapia ocupacional y otras artes que para mejorar a los enfermos en semejante situación; y logró rehabilitarse considerablemente.  No llegó, por el contrario, restituir a la misma velocidad el traumatismo craneal. El coma al que estuvo sometida, con la completa pérdida de memoria, sensibilidad y funciones vegetativas, tampoco resultó de fácil tarea; ni la de sobreponerse a la apoplejía. El progreso iba adherido al continúo rezo; hablar de cura era toda una locura.  En conjunto, otro error inexplicable de la vida…

      Incredulidad ante la llegada de este nuevo ser. Recuerda no poseer plasticidad ante lo que le rodeaba. Deambulaba como en un lugar galáctico por los apenas cincuenta metros cuadrados del aquél pisito, donde residía con su familia. Era como si flotara, una nebulosa difícil de expresar. Sus piernas las sentía frágiles y el alma decadente. Todos procuraban acomodarla y quererla y, …  Formulaba una misma pregunta varias veces, muchas, hasta provocar a los encuestados la exasperación. Decididamente no estaba bien. Quedaba mucho por hacer. La familia entera volcó su tiempo y sus esfuerzos hacia ella.
       Los meses caminaban por el tiempo cuesta arriba. Su semblante se asemejaba a la marcha de un caracol. Pasada la navidad, muy cercano el mes de enero, en una mañana gélida, Chris advierte desde su habitación, ajetreo y voces penumbras que incesantes viajaban de un lado a otro de la casa.  Aquélla madrugada era diferente a las otras. El devenir tempranero de los familiares no era normal ni de su agrado. Se acurrucó dentro de la cama. Sintió miedo. Las continuas murmuraciones se comían al aire, provocando una atmósfera aterradora. La vieja abuela falleció en medio de una feliz infelicidad. Chris sabía muchas cosas de ella, aunque quién más, su hermana mayor. Estaba muy influenciada y no siempre actuaba como se merecía la octogenaria. En el fondo era una ancianita buena, como casi todas. Con sus preocupaciones estimulada por sus limitaciones, ansiosa y exaltada a veces, por querer inculcar sus enseñanzas antagónicas a los nuevos tiempos… Con la madurez la pequeña reconocería semejanzas con ella. Estaba segura que el suceso de su accidente fue determinante en este adiós. En los múltiples enojos que la senectud arroja, expresaba su utilidad ya en el mundo.  Después de lo de su nieta, pospuso la partida hasta la llegada de buenas noticias. El miedo le volvió a traspasarle la piel ante los acontecimientos.
      Cambian de domicilio. Pensamiento que iba tomando forma con más celeridad desde hacía años.  Aprovechan la coyuntura del abandono precipitado de casa del hijo mayor. La vivienda se reajusta. Movimientos inesperados en poco tiempo. Pareciera que las piezas de ajedrez tuvieran prisa por terminar la partida.  La abuela, el hermano mayor, el mediano, que toma las riendas de la independencia… Ya quedan el matrimonio y las dos hijas, la de menos edad Chris. Los cuatro estrenarían en breves meses nueva residencia. Los minúsculos metros de aquel rectángulo pavimentado, se agrandaría considerablemente, traspasando lujo y comodidades no vividas hasta el momento. Era la otra orilla del río.

      Casa nueva, vida nueva. La reestructurada rama se va acomodando al nuevo destino… ¡odiado destino!, pensaba Chris en múltiples ocasiones.
Los meses transcurrían normalmente, con la ilusión y el trabajo agotador que ofrece algo de semejante índole. Gran parte del mobiliario se compró nuevo.  Habitaciones decoradas con el encanto personal de cada cual. Ya no existían las incomodidades del espacio que la anterior casa ofrecía, ni las disputas por el servicio, ni las subidas costosas a la última planta del viejo edificio, hoy aún en pie. Todo era distinto, desde la existencia de dos estupendos ascensores, hasta el modelo de vecindad. Trabajos, estudios y quehaceres cotidianos los embargaban.            Los primeros vestigios en el arduo caminar se empezaron a manifestar con prontitud...
      Él esperaba, como sosegado y reposado, sentado en el sofá de dos plazas de una pequeña sala cercana a la habitación de las niñas… Cuando abandonaban el baño, - lo disfrutaban sólo ellas por cercanía a las alcobas donde dormían- con la estrategia de un lince, intentaba captar alguna escena lujuriosa al término.  Otras veces, muy disimuladamente, penetraba en el interior del cuarto de la hija mayor, aún con la puerta cerrada y sin preguntar, fingiendo querer algo de su interior.  Para su esposa nada era extraño; nunca levantaría sospechas.
Era casi el marido ideal y padre espléndido. Le consentía defectos ¡claro!, pero en ningún momento se le revelaría la imaginación en algo así del Perfecto. Sabía bien manejarla, a pesar del alto grado de inteligencia que nunca admitió de ella, ni por supuesto le dejó mostrar. Él era el supremo, y su hombría jamás se supeditaría a aprobar tales circunstancias o que le enseñara lecciones magistrales: yo gran persona cultivada-tu analfabeta, yo persona formada-tu trapo del suelo… Las hermanas callaban las injusticias, se mordían los labios y a veces referían escrupulosamente en la intimidad los fenómenos vividos. ¿Pero cómo demostrar al ser supremo que en sus actuaciones existían una fragante porosidad de malas intenciones?...
En contadas ocasiones las afectadas tratarían el tema abiertamente; ni conspirándose en secreto. Quizás por miedo o por temor a enfrentarse a una confusa interpretación. Algún clamor en momentos de rabia contenida, si que hubo.  La manipulación psicológica de una mente enfermiza, tejió semejante astucia, tal delito a sus propias niñitas. Una emboscada muy bien confabulada.
      La vida transcurría con aparente normalidad. Chris se dirigía diariamente al Instituto con la sensación de ser un árbol hueco. Luchaba entregadamente contra las mermas que le sobrevinieron a su cuerpo sin previa interrogación. Vivir, vivir que precio tan alto…

      En verano trabajaría en el negocio familiar, sucediéndose igualmente los abusos.  En cierta ocasión, y con un punto de galantería, para no levantar sospecha alguna, se acercó por detrás de Chris, y con el pretexto de ir a coger un accesorio de una vitrina cercana, colocó sus manos bajo sus axilas con intención de apartarla delicadamente, como quién prepara una tarta y la lleva a hornear. Al instante la adrenalina se le disparó alcanzando niveles máximos. Notó sus dedos deslizantes atravesar la barrera del erotismo.  Experimentó fobia, fobia a lo que le rodeaba. Asco, asco a su padre, a su suerte…, y como siempre un grillete con candado le oprimía la garganta con una fuerza nunca conocida. Pero lo decidió. Ya no soportaba por más tiempo la soledad. Tenía que hacer algo por ella misma, o la depresión iba a ganarle la batalla. De todas formas, su actitud ante la vida, ante sus padres… no podía perdurar en el tiempo. Así que rompió su rabia. Tenía que buscar un aliado, apoyarse en alguien, y el mejor asociado, el compañero de trabajo, su hermano mayor. Abandonó su facultad, sí; abandonó el domicilio paterno, sí; pero las urgencias del amor le condujeron de nuevo al mismo callejón sin salida.

      Al siguiente año del terrible suceso cuando las dificultades físicas y psíquicas estaban latentes, la situación se vuelve contra ella, se agrava en detrimento de su confianza. Su hermana tiene que emprender un viaje. Una competición de Judo le espera. Por la corta edad de que dispone le acompaña su madre. Como mínimo emplearían un par de días. ¡¡Todo el fin de semana las dos fuera de casa!! –se lamentaba. A Chris le entristece enormemente la noticia. Llora y sufre en silencio por ello. Su estado de ánimo empeora considerablemente, pero todos le achacan la tristeza a causas derivadas a su proceso y al cambio de humor experimentado. De nuevo aires cargados de miedo invaden su ente. Un eco perseguía su mente “sola con él, sola con él…  “.
Mientras tanto, su progenitor paseaba la figura como buen padre. Entregado, sufrido y bueno para su familia y cómo no, para su hija…
      Esos días se hicieron interminables. Tuvo que preparar comida para ambos. Compartir escenario en zonas comunes y fingir que todo transcurría como si nada. Eso sí, las conversaciones se tornaron exiguas, ocultando el horror; cada cual efectuaba su vida. Ella se obligó a pasar muchas horas fuera de casa con idea de permanecer menos tiempo en su compañía. 
       A medida que las horas diurnas se apagaban, pareciera perseguirse enloquecidas, temía que la velocidad se ralentizara durante la noche.   Y la oscuridad se dejó ver ¡qué paradoja!, dónde ir, qué hacer… de nuevo el miedo le apresó.  Preparó la cena como a él le gustaba y según instrucciones expresas de su madre.  Ella no tomó nada en esa ocasión, alegando dolores estomacales, y por tal razón, se despidió de su padre antes de lo normal, retirándose a su estancia.  Una vez allí, imaginaba morirse, caer desplomada y atravesar el túnel de la muerte- , el mismo que definen algunos mortales haber  sufrido  en  propia piel; ¡qué suerte la de ellos! –meditaba,  y  así no volvería a sentir su cercanía nunca más...
Apenas si se introdujo entre las sábanas. Por cautela no se cambió de ropa para dormir, porque entre otras cosas, no tenía ésa intención. Imaginaba terrores dentro de ese cuadrilátero y debía permanecer en alerta. Manejaba datos: la edad de él y la suya, la fortaleza de uno y otro, sopesaba intereses si se descubriera algo… todo un laberinto angustioso. Apenas si logró descansar. Optó por dejar la lamparilla encendida, aunque nada, excepto huir de allí, le iba a despegar del miedo que le atenazaba como el frío de enero.  En cuanto se proyectó una tenue luz en el horizonte, se levantó con total sigilo. Los ascensores del exterior comenzaban su tarea. ¡Por fin, Gracias a Dios! –balbuceó… Creía haber concluido así su tortura.
            Los meses se agotaban caminando por la misma línea.  La infanta poca credibilidad desprendía, ya que todavía - y años después-, continuaba dando muestras de sus deterioros involuntarios, tanto corporales como intelectuales. Así pues, se afianzaba su teoría de… quién iba a creer su historia si en algún momento su pecho reventara de debilidad.
Las tribulaciones seguían sucediéndose como si de un perro encelado se tratara.  Acogiéndose a la teoría del estado de la niña…, encubría su talante. En otra jornada coincidieron padre e hija en el ascensor. Marcharían al comercio fotográfico. No tenía escapatoria… El era el dueño y se dirigía a su negocio; ella estaba empleada en el mismo lugar, y éste era su jefe. No tenía escapatoria… ¿Qué impedimento aducir para no ir juntos…? Tragó saliva…  Salieron de casa. Recorrieron el pasillo hasta el elevador, uno paralelo a otro, como si de un escolta se tratara. Ella paseaba un semblante triste y cabizbajo, ida y bloqueada. Deseaba que la deglución fuera lo más rápida posible. Abrió la puerta de éste precipitadamente, adentrándose, -imprimiendo fugacidad en sus movimientos- para que en aquella calle sin nombre y sin salida, se produjera un milagro. Pero no fue así. Detrás de Chris, su padre. Juntos emprenderían un viaje –como si de la vuelta al mundo se tratara- de cuatro pisos.                                                                                                            Colocó sus brazos expectantes a lo largo del cuerpo, en actitud defensiva, cerrando los puños. Él quiso mantener un breve diálogo, como para romper el hielo del momento. En mitad del trayecto, le instaló una medio caricia sobre cara y hombros que le provocó temblor de piernas y múltiples temores. Afortunadamente el recorrido finalizó antes de lo esperado.  
      Aquel curso, que apenas si logró palpar, finaliza con mucha pena y nada de gloria académica. Quedan pocos meses, pero ya nada se pudo hacer.  Los profesores de Chris se reúnen con sus padres.  De aquella tertulia nada se supo con anterioridad, no hubo ni rastro de ella; ni día, ni hora… La cuestión es que, indiscutiblemente ambas partes se encontraron. Tratarían el tema de su incorporación al nuevo nivel, que después de vacaciones daría comienzo. Todos conocían la realidad. Visiblemente hay una estrepitosa caída en sus notas, al igual que un bajo rendimiento escolar. Tendría como cualquiera la oportunidad de septiembre, pero el resto ya se podía vislumbrar.  Unánimemente se mostraban de acuerdo que no eran suficientes los enormes esfuerzos e interés. Ella continuaba con la sensación de imaginarse un alcornoque hueco y acolchado.  Acariciaba el engaño y lo palpaba ciegamente. Estaba al tanto de la magnitud del nivel exigido en C.O.U. Le iba a suponer un esfuerzo sobrenatural y ahí le iría la vida… Pero no, no quisieron cursar su matrícula. Otra vez, una llamada telefónica lo explicaría más tarde… Así le rematarían para siempre su frágil razón de perdurar en este mundo. Sus aspiraciones de ir a la facultad quedaron descartadas para siempre.
  
      Chris cultivaba exhaustivamente el marcado respeto y una palpable distancia hacia su padre. Trabajaba con la opinión de cuánto menos acercamiento, menos oportunidades para las confrontaciones. No cruzaban muchas palabras. Él se agarró a sus medicinas para intentar aliviar en lo posible sus males reumáticos y ella se aislaba en sus cosas.  Recuerda coincidir en la cocina. La ya mujercita preparándose la cena, y él sus fármacos. Con percibir su cercanía, una pelusilla comprometedora se le posaba en sus antebrazos. Las alarmas estaban totalmente disparadas… Escapaba de allí y así luchaba en silencio contra las adversidades.  
 El padre continúa con sus turnos en el hospital.  Combina periodos de actividad laboral con bajas por enfermedad; sus huesos y articulaciones se suscribieron en una nueva fase difícil de aliviar, cuanto menos, remediar.
      Ella, ya contaba casi veinte años. Después de atravesar esos ríos de amarguras, indeseables y turbulentos, como la adolescencia misma-, conoció a un chico que...
A partir de aquí la vida le dibujó un paisaje diferente.

     Llega una noticia. Su hermana anuncia el enlace con el reciente profesor de magisterio y novio desde el Bachiller de ambos. ¡¡Fatalidad!!, ya serían solamente tres los ocupantes de la morada. Entre los achaques y el declive físico producido por el abundante tratamiento - que mejoraría cosas, lesionaría otras-, el gran jefe continuaba dando sucesivas muestras de persona enferma …  aunque su cariño seguía escondiendo maldad. Chris había aprendido a trabajarse un escudo, una defensa, llevando la ignorancia por bandera.   Necesita ayuda y ella lo reconoce, no puede caminar con su soledad a la espalda, porque le pesa demasiado. Requiere atención psicológica. Busca a un profesional que le pueda socorrer en tales momentos. Se entrevé depresiva, bueno muy depresiva, y al borde del suicidio. Ya no puede fingir la normalidad de una adolescente medianamente feliz; jamás se acoplaría a ningún canon. Pero lo cierto es que, entre unas circunstancias y otras, no ansiaba permanecer así ni una décima de segundo más.  Antes se daría una oportunidad, aprovechando la marea baja, que fue amainando en el tiempo. No ocurrió lo mismo con los deterioros de su alma…
Hoy, la Chris mamá, continúa con pesadillas que no se dejan dominar; ni puede dormir sin una ráfaga de luz manifiesta, y en las noches sofocantes de verano, alguna prenda le cubre disimuladamente el cuerpo perturbado por el miedo. 
      El padre tiene que intervenirse quirúrgicamente, es irreversible la opción. En ése verano se celebran mundiales de fútbol.  El Centro Hospitalario está próximo a casa. La aorta a su paso por la cavidad abdominal está dilatada, y le puede estallar sin encontrar ninguna oposición. La operación tiene sus riesgos, él los conocía, pero prefirió ocultarlos. Se mostraba de acuerdo que las posibilidades de salir de aquélla eran diminutas, no apostaba nada. Su actitud fue galante, como siempre. Escondió, como manera de proceder, el que suponía ser el último adiós.  Chris, el referido sábado de ingreso hospitalario, pintaba un balcón. El reloj marcaba las seis de la tarde.  Los esposos, muy desposados, se dirigen al ascensor, el que devolviera el ritmo cardíaco la noche fatal. Él efectúa una última parada en el umbral de la puerta, la que fuera la última, y su consorte continuó sola… 
Algunos días más tarde, en el lecho de muerte del Perfecto, cada cual, al verse retratado con él, lo disfrazaría según la trayectoria constatada. Unas veces la foto resultaría totalmente blanco y negro, otras en color y en otras, personajes o situaciones totalmente aberrantes. Chris repasaba los gestos de despedida del que fuera último hogar… “en el umbral de la puerta, giró la cadera y proyectando una mirada generosa a su alrededor, acompañándose por un lento recorrido de sus manos sobre el frontal de su camisa -de hombros hasta la terminación con la parrilla costal-  pronunció con la mirada, el irrevocable para siempre adiós. “
En aquel instante el parecido con su madre resultaba embarazoso diferenciar… estaba allí con su hijo… Y la mamá Chris, a veces se sumerge en un delirio de angustia.  Llora por cada segundo mal respirado, lo querido, lo odiado o sufrido.

       La intervención como tal, resultó exitosa, no tanto la evolución. Pasó directamente a UCI –“Ha sido un poco complicado y lo hemos llevado allí para que esté tranquilo, informó el cirujano”.   Las cuarenta y ocho horas posteriores resultarían cruciales.  Fuera, los ánimos y la entereza entraban ya a formar parte del pasado.  En una patología agresiva como era, con factores totalmente hostiles, y un interior muy azotado y deteriorado, las complicaciones se recostarían a los pies de su cama. Se atrevería incluso a realizar grandes progresos, que más tarde evolucionarían a la superación. Eso le condujo a pactar con el respirador artificial, provocando que sus agotados pulmones trabajaran progresivamente, necesitándolo sólo en algunas horas del día.  Y también, como entonces, la sombra de la traqueotomía estaba muy presente. Dentro de la gravedad los partes se mostraban con tono esperanzador. No obstante, y con la dureza que caracteriza a los facultativos, avisaban:” …conllevaría una recuperación costosa y lenta, y pueden quedar importantes lesiones físicas”. Los familiares ya pensaban en las reformas en casa, adaptación en uno de los servicios…  la silla de ruedas era más que probable.
 Desde esta especialidad médica, notifican el traslado inminente a planta. Celebran la buena nueva, rebosando de júbilo. 
            Estamos ya en Septiembre; día veinte y uno, viernes. Presagios otoñales; durante el día, temperatura agradable. Apesadumbrada se mostraría la noche. Dos de la madrugada. Suena el teléfono a horas impertinentes. Inevitablemente el subconsciente de Chris se dispara al igual que los latidos de su corazón. Se encontraba sola aquélla noche. Su madre hacía la primera guardia con el recién trasladado.  Una voz varonil desconocida, habla…:
-            ¡Perdone!, llamamos del hospital. Un momento, se pone su madre… 
-           ¡Chris, Chris, mira, que papá está peor.  Ven lo antes posible¡

Escalofríos continuos abordan su cuerpo. Sólo le estorbaba la confusión para manejar a la lucidez. Apresuradamente se cambia de ropa y abandona la casa sin ocultar una visible alteración.  Marcha a la cochera. Con torpeza y nerviosismo sale al exterior. Una lluvia fina y persistente cubre la carrocería roja en escaso tiempo. Llamada a la calma y a la prudencia en tales circunstancias. 
                  …y su padre yacía sobre la cama gris, desconectado de aparatos. Le aplicaban infructuosas descargas eléctricas sobre su acabado corazón. 


                        ESTRELLA   DE  ÁNGELES  BAMORE