ANIUSKA
Su nombre es Aniuska. Aniuska
Doblepé. Desconozco su procedencia, nunca me ha dicho de dónde es, ni yo se lo
he preguntado... aborrezco las preguntas con hilo, los interrogatorios. Rostro
delicado y bondadoso. Es de esas personas que con una sola mirada o una suave
caricia cubriendo sus palabras, usurpan de un soplo los sentidos de quien la
rodea. Recubierta por un glamour envidiable. Posee un ángel perpetuo adherido a
su halo invisible. Le surca y custodia cada intersticio con disciplina militar.
Es profesora. Profesora en una academia del centro de la
ciudad. La conocí en el transcurso de una charla de bienvenida en uno de esos
cursos avanzados donde, en pocos meses y desmesuradamente, puedes conseguir una
titulación. Escuchaba con atención sus vocablos convincentes y decididos.
Ciertamente ponderaba todo esto con el desagrado que ofrecía aquella clase
improvisada, albina y con una sensación gélida. Tras la dialéctica persuasiva y
razonada, convenció sin demasiado esfuerzo a todos los asistentes, disipando
metódicamente las dudas que surgían.
Dado el carácter extrovertido y experimentado de ella,
conectamos más profundamente. Hizo más fácil mi andadura. En todo momento
mantuvimos por frontera la discreción y la reserva de cada una de nosotras. Mi
ingenuidad siempre estuvo protegida por un salvavidas frente a su cordura de
los aspectos mundanos. Yo siempre permanecía encubierta y sumergida como campo
de arroz, ante su sabiduría y prestigio. A veces me he encontrado perdida en
vericuetos complicados, y Aniuska me ha prestado su colaboración, reflotándome
como submarino que emerge para abastecerse.
Su forma de ser, su fortaleza psíquica... arrasaba con
toda la entereza que su semblante le sugería. Mi inseguridad con el mundo de
fuera provocó que la estancia allí hiciera la permanencia más llevadera en
todos los sentidos.
Sin reconocerlo, su ente me atrapó porque las dos,
secretamente y en silencio, poseíamos algo en común... y sin inventar excusas,
fue relatando cuanto le incomodaba y apretaba en la garganta. Sus historias con
regusto ingrato, la violación de los derechos propios, me aturdían.
Por un tiempo anduve absorta, el filo de sus palabras
quebrantaba sin duda el estupor. No sabría explicar... No se puede vencer a un
huracán en su máxima virulencia y solicitarle cordura y clemencia a la vez. Yo
lo sabía ya que a veces ella me recordaba a mí...porque en situaciones
arbitrarias o inconexas, con un punto despótico rozando los mismísimos cielos,
él retorcía su ingenio hasta cumplir sus aspiraciones, con firmeza. Buscar y
buscar... que si pretende humillarme... que si vejarme... ¡que sí, que sí, que
lo consigue!... Objetivo cumplido, otro día destrozado, hecho añicos, cual
espejo con una pedrada.
Y continúas viviendo, sola o mal acompañada: por los
hijos, por tu familia, por una misma. Y prefieres salir de casa en cuanto
tienes oportunidad o él te lo permite, con o sin apetencia, con o sin motivos.
Respirar y oxigenarte. Copar la mente con actividades que te seduzcan e inviten
al olvido, aunque solo sea temporal. Porque de vuelta a casa, después, al día
siguiente, en otro momento... empezará donde lo dejó. Porque lo sabes, y eres
capaz de reconocer que no estás enferma como él. Y un único deseo te embarga el
sueño, vivir... a veces ella me recordaba a mí.
ESTRELLA DE ÁNGELES BAMORE
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